miércoles, 4 de abril de 2012

capitulo 5


Capítulo 5: Odio. 





Gran Bretaña. 1799.





Me encontraba frente al espejo de cuerpo entero de mi habitación mirando mi reflejo con una mueca de disgusto pintada en los labios, en mi reflejo estaba ataviada con un vestido, sí yo, Kate con un vestido ¿qué pretendías en 1799? las mujeres llevaban vestidos y más si vives en un palacio como en el caso de Cenh y yo.

Total, que el vestido era de satén color turquesa con los bordes de las mangas y el cuello de un leve color ámbar, era ceñido hasta llegar a mi diminuta cintura que caía en ondulaciones hasta rozar el suelo, claro que los tacones de tiras doradas que llevaba se lo impedía por tres centímetros. Suspiré, mi pelo en aquella época lo tenía intermedio, mi melena negra como el ébano caía sobre mis hombros como una aureola y mis enormes ojos castaños estaban fijos en el anillo que me pesaba como tres kilos en el dedo anular de mi mano derecha.

De pronto unos nudillos tocando a la puerta me devolvieron a la realidad, Cenh apareció por la puerta, respondí a su mirada interrogante con un gruñido y aparté la vista.

  • Sigues torturándote – suspiró – por dios, Elisabeth solo serán unos cuantos días, no dramatices.
  • Para ti es fácil decirlo, no te vas a casar dentro de dos semanas.
  • Ya sabes que serán cuatro días.
  • En cuatro días se pueden hacer muchas cosas, Stefan.

Ninguno de estos dos nombres son los reales, es decir el nombre Elisabeth no me pega para nada y a Cenh tampoco le pegaba Stefan, pero bueno. En ese año, en ese momento fue cuando conocí a Nina... una época dura para ella y para nosotros ya que una nueva integrante forma a ser parte de nuestras vidas.

  • Por cierto, te he conseguido una nueva criada, la he comprado en el mercado, procura que no salga herida – me advirtió.
  • Ya te dije que yo no la empujé.

Mi anterior criada, Isobel se había caído por las escaleras y corre el rumor entre las demás de que yo la había empujado ¡por dios en ese tiempo solo tenía veinte años! Pero yo sabía que había sido Margaret, la cocinera, quien esparció ese rumor. No odiábamos mutuamente. No me suele caer bien la gente.

  • Ya claro – me dijo sonriendo con ironía – la he mandado a por toallas, vendrá en seguida.

Asentí mientras lo miraba con languidez.

  • Oh, te espero abajo Doña pesimista – se despidió con un guiño de ojo que odié toda la semana.

No respondí, de todas formas ya no me hubiera oído. Resoplé y cerré los ojos con mucha fuerza intentando cambiar de realidad, recuerdo que en ese momento deseé tener un siglo para escapar ya de esa situación y de esa época en concreto.

En ese momento unos golpes flojos en la puerta me sacaron de mi ensoñación y me giré a tiempo para ver a mi nueva criada: Llevaba el pelo recogido en un moño hecho a toda prisa y sin ningún cuidado con mechones de su pelo rubio cayéndole a ambos lado de sus facciones aniñadas, su pelo seguía siendo el mismo pero no brillaba con tonos plateados como ahora si no que lo tenía sucio. Vestía un traje beis como el de las criadas, manchado de aceite y barro aquí y allá. Iba a retirar la mirada pero entonces clavó en mi sus ojos color cielo y lo primero que pensé fue ``es una cría´´ y lo era tanto en aspecto mortal como en inmortal, solo contaba con 88 años, yo tenía sesenta y ocho menos pero eso no se podía contar como años contables, es decir, solo tenía veinte por el amor de dios es como si tuviera meses en la inmortalidad.

  • Hola, - saludé con un gesto de la mano - ¿qué tal?

Eso era lo malo de las criadas si tu no abrías la boca ellas mantenían un silencio sepulcral que daba miedo, pasaban a ser silenciosos fantasmas a tu alrededor.

  • Muy bien, señorita – respondió con voz suave y trémula.

Seguía caminando de aquí para allá sin apenas levantar la vista.

  • ¿Cuál es tu nombre?
  • Me llamo Annabelle, encantada, señorita.
  • Bonito nombre, soy Elisabeth.

Como imaginarás no era su verdadero nombre, como la mayoría de los que decimos.

Me volví hacia el espejo para contemplar de nuevo mi imagen triste reflejada en el cristal. Y no pude evitar crispar los labios. Annabelle me miraba con una mezcla de odio e ira. Sí, Annabelle, es decir, Nina me odiaba cuando nos conocimos y no es para menos, dentro de dos semanas iba a casarme con el único humano del que se ha enamorado.





Abrí los ojos, con miedo a que el recuerdo no fuera un recuerdo y se hubiera convertido en realidad. Suspiré con verdadero alivio cuando me encontré recostada sobre los almohadones de mi cama tapada hasta las orejas con las mantas y el edredón calentitos como estaba antes de soñar, o más bien; recordar esa parte de mi pasado.

Respiré hondo y golpeé uno de los cojines con furia ¡no quería recordar nada de mi pasado! Apreté la mandíbula y me restregué los ojos legañosos. Suspiré y contemplé en techo blanco pintado por la oscuridad que reinaba en mi habitación interrumpido por los débiles rayos de luna que lograban colarse a través de la cortina blanca semi trasparente que la tapaba. Mi habitación nunca me había parecido tan acogedora como aquella vez hacía tres semanas que no soñaba y ahora volvía a hacerlo. Seguro que fue cuando volvimos de dejar a Gracie en su casa Jake y Ash veían una película o más bien un documental de hechos históricos, sí ya lo sé, yo tampoco se por qué lo hacen si ellos vivieron todo eso pero bueno caprichos de los señores y casualmente hablaban de la guerra de la independencia y todo ese rollo y por hay nombraron a Gran Bretaña, que la verdad no sé que tenía que ver Gran Bretaña con Madrid pero bueno, el caso es que la nombraron y me vino una imagen de mi estancia allí, cuando conocí a Nina sería por eso el recuerdo de esa noche. Estaba casi convencida de ello.

Me levanté de un saltó torpe de la cama y aterricé con mi trasero sobre el suelo, lo siento no suelo ser muy ágil a las tantas de la madrugada recién despierta y un poco neurótica por el recuerdo. Cosa leve. Me acerqué a mi tocador y busqué a tientas el Ipod que había dejado allí la noche anterior decidida a no llevármelo a Fall Hall por si las moscas. El Ipod era mi tesoro, como Golum con el anillo, pues igual. Al fin rocé su lisa superficie de metal y lo agarré casi con urgencia.

Me atisbé un poco en el espejo redondo que venía incluido en el tocador, por dios con este pijama parecía diez veces más pequeña de lo que ya era. Mi famoso pijama consistía en una camiseta enorme holgada y de un color verde horrible y mis pantalones cuatro tallas más grandes negros caían y rozaban el suelo, mi pelo apuntaba en todas direcciones, después de dormir mi pelo se rebelaba. Solía rebelarse estando largo o corto, eso para él no era inconveniente.

Me encasqueté los cascos y me tumbé de nuevo en la cama pasándome el edredón por encima de la cabeza y quedándome bajo las cálidas mantas iluminadas por la pantalla de mi Ipod. Puse la primera canción y subí el volumen a tope, los gritos y los instrumentos me llenaron la cabeza impidiendo pensar con coherencia, sonreí, el Ipod era el mejor invento de todos los siglos. Me acomodé bajo las mantas y bostecé mientras el grupo seguía aporreandome los tímpanos. Recordé que me solía gustar el vals y la música clásica también soportaba el jazz pero esa música hacía que mis recuerdos volasen siglos atrás y eso era justo lo que quería impedir. Eso es lo que llevo impidiendo desde hace casi cuarenta años, cuando no existían los Ipod solía dormir para no pensar, claro que antes de dormir me tomaba un infusión que me dejaba frita para no soñar ni recordar nada, luego se inventó esto y dejé de preocuparme por hacer de alquimista cada noche. De pronto una imagen de Eidan cruzó fugazmente mi mente. Oh, Eidan, el tío más bueno del pueblo, el tío más inalcanzable del instituto excepto para esa golfa de Jane, me caía mal, sobretodo desde esa noche. Me pregunté si después del parque de atracciones habrán ido cada uno a su casa o si Jane lo había invitado a la suya para tomarse un café o una copa y luego llevárselo al dormitorio. Pero será asquerosa.

Puse otra canción aun más ruidosa y me retumbaron los oídos, aliviada de no poder pensar cerré los ojos y el sueño me arrastró consigo.

Al cabo de minutos, o segundos, o quizá horas, sentí que unas manos cálidas me quitaban los cascos de los oídos, abrí los ojos y los volvía cerrar casi de inmediato por exceso de luz dañina. Todo en exceso es malo. Cuando mis ojos por fin se adaptaron a la luz descubrí a Nina de pie frente a mi cama, con mis cascos en una mano y el Ipod en la otra.

  • Como sigas así te quedarás sorda – me advirtió – vístete, vamos a llegar tarde al instituto.
  • ¿Instituto? - mascullé con voz pastosa – no quiero ir.
  • Todos esperan abajo, vamos desayunaras por el camino.

¿Por qué ignoras mis súplicas? Me hubiera gustado contestarle pero no tenía fuerzas, lo único que hice fue mirarla mal y señalar hacia la puerta para que se largara.

  • Ahora bajo.

Ella me sonrió y desapareció por el arco de la puerta mientras su pelo flotaba tras de sí como unas alas resplandecientes, la verdad es que Nina tenía toda la pinta de ser un ángel. Yo más bien representaba al demonio. Sobretodo con los pelos como los tenía y la cara de mal genio que tenía por las mañanas. Prácticamente me arrastré sin ganas hasta el armario y cogí lo primero que pillé que resultó ser: un pantalón corto medias de rejillas y sudadera gris oscuro, me lo puse todo con lentitud y sueño, mucho sueño.

Me colgué los cascos al cuello y guardé el Ipod en el bolsillo de mi pantalón, me peiné como pude mi pelo trasquilado e irregular hasta que quedó sin nudos, frente al espejo me puse la capucha, entré al lavabo me lavé los dientes y me entretuve un poco al lavarme la cara. Al final bajé con mi habitual mal genio, Jake y Ash hablaban apoyados contra la pared y Nina y Cenh me esperaban sentados en el sofá, me aproximé a abrir la nevera y coger una botellita de batido de vainilla. Ese era mi saludable desayuno. Vida sana mente sana. Razón tenía una mente perturbada, desayunando eso quién no.

  • Por fin, bella durmiente – me saludó Ash sonriéndome.

Jake se limitó a dedicarme una de sus mejores sonrisas de actor de cine y abrió la puerta, nos esparcimos como siempre: Nina y Cenh hablando por un lado, Jake y Ash por otro y yo y mi Ipod por otro pasando deliberadamente de los otros dos grupos anteriores.

Caminábamos por las calles, hasta llegar al instituto, todos reían, hablaban, e incluso se hacían muecas, yo como siempre a mi rollo, de pronto Cenh se giró y me dijo algo que no entendí por el volumen de la música, me quité los cascos.

  • Te decía que hoy voy a conocer a Paul, Nina vendrá conmigo.
  • Ah, guay, a ver si te gusta Nina – sonreí – parece ser tu tipo.

Me enseñó la lengua con picardía y volvió a girarse me disponía a enfundarme de nuevo los cascos mientras mis hermanos se adelantaban un poco pero no llegué a colocármelos correctamente porque unos dedos se enredaron en mi corto pelo y dieron un fuerte tirón, eso me dejó tan desconcertada que los cascos se me resbalaron de mis manos y cayeron al suelo con un golpe sordo, los miré sin comprender como si no supiera porque se me habían caído. ``Juro que hoy mato a alguien´´ gritó la voz enfurecida de mi mente. La ira empezó a recorrer mi cuerpo y sentí otro fuerte tirón, esta vez casi me hace caer, un grupo de curiosos ya miraban la escena.

Supe enseguida quien era la causante: Courtney. Ella era la que había venido buscando pelea no yo, tenía todo el derecho a destrozarla.

  • ¡No vuelvas a tocar a mi novio! - chilló, en mi oído. Yo estaba inmunizada a los gritos en mi oreja... para eso servía la música a todo volumen.

Suspiré, así que todo este rollo era por el grandullón, vaya por dios. Entonces resultaba mucho menos interesante. Sentí como me clavaba las uñas en el cuero cabelludo y reprimí una queja de dolor. Apreté la mandíbula me estaba ya hartando un poco de sus cosas de niña pija y repipi.

Entonces vi la cara de Courtney cerca de mi hombro, no lo vi más claro, alcé mi codo y la alcanzó en la mejilla no le di tan fuerte como me hubiera gustado pero si lo suficiente para que me soltara el pelo y trastabillara con sus propios pies un tanto aturdida. Me miró fijamente con más odio que otra cosa yo me dispuse a echarle una de esas miradas desafiantes que tan bien me salían cuando sin querer se me escapó un bostezo, eso hizo que la gente a nuestro al rededor estallara en carcajadas, en ese momento Nina y Cenh se abrieron paso entre la gente con Gracie de la mano de Nina, los saludé y di dos pasos hasta ellos pero al parecer Courtney tenía otra idea y se abalanzó de nuevo sobre mí, esta vez sus uñas postizas me laceraron la mejilla.

Cenh se acercó con cara de pocos amigos pero fue Nina quien se interpuso entre la pija y yo, abrí los ojos como platos y recé por el bien de Courtney que no hubiera echo enfadar a Nina porque te aseguro que su seguridad tanto física como mental peligraban cerca de una Nina con trecientos años de paciencia enfadada.

  • Apartate si no quieres recibir tu también – le soltó borde.
  • Será mejor que te vayas, Courtney si no quieres tener problemas – la voz suave y angelical de Nina había adoptado un tono frío e indiferente complementándose con el silencio que se había formado.

De pronto escuché a chicas susurrando a mi espalda estaban decidiendo si ir a buscar a Eidan o no, pero al parecer una de ellas desveló que aún no había llegado y luego se miraron sin saber que hacer. ¿Qué cómo lo sé si estaban a mi espalda? porque me lo imagino.

Nina protegía mi cuerpo con el suyo, vale que el suyo era más esbelto, más alto y más...perfecto, joder tengo que dejar de comparar mi cuerpo y el de Nina, sin duda esa era una tarea que dejaba a tu autoestima echa un desastre.

  • Aparte de mi hermana – remató Nina con voz amenazante.
  • Pues dile a ella que se aparte de mi novio.
  • Tu novio es una auténtica porquería y un niñato inmaduro, él se buscó que mi hermana le pateara el trasero y si no quieres problemas te largarás ahora.

Courtney me miró mal y yo sin poder resistirme le hice el corte de manga con una mano mientras que con la otra tiraba del cable para recoger mis cascos que seguían en el piso, ella se dio la vuelta.

  • Asqueroso bicho raro. - dijo ella.
  • Zorra – grité yo.

Entonces sentí una mano en el hombro, me giré y descubrí a una mujer de unos treinta y tantos con una piel magnifica y casi sin arrugas, su pelo castaño le caía en ondulaciones sobre su espalda y sus ojos azules me resultaban familiares, inquietantemente familiares. No tenía la más mínima idea de quien era esa tía y porque su aspecto de prepotente me ponía histérica.

Todos los presentes ahogaron un grito y de pronto supe de quien se trataba: Alexandra Eis, la directora, la culpable de que Eidan ronde por el mundo... y por mi mente.

  • ¿Qué ha dicho señorita Hollie? - me preguntó con voz autoritaria, al menos ya sabía de quien sacaba Eidan su actitud. - ¿Usted cree que esa es forma de referirse a una compañera?
  • ¿Ah, si? Pues esa ``compañera´´ se me a echado encima para pegarme.
  • Eso es cierto señora Eis – aseguró Nina.
  • Yo solo te escuchado tu vocabulario impropio de un centro educativo, por lo tanto acompáñeme a mi despacho.
  • ¡Pero si ella no ha tenido la culpa! - saltó Cenh a medio camino de mi.
  • ¿Quiere acompañarme usted también señor Hollie? porque sería una verdadera pena un alumno modelo como usted.

Cenh me miró esperando mi opinión, si yo asentía con la cabeza el vendría conmigo al despacho si yo negaba se quedaría quietecito como el alumno modelo que era, negué con la cabeza de un modo casi imperceptible y el se quedó quieto. Nina remoloneó un poco más pero cedió y la directora comenzó a andar haciendo que los alumnos se apartaran y nos dejaran paso.

La seguí en silencio hacia su despacho, su despacho tenía el inmobiliario habitual de un... despacho, mesa, sillas, marcos de fotos en la mesa papeleo por todas partes, todo recubierto con la capa de aburrimiento correspondiente, por supuesto. Miré las dos sillas de felpa verde botella con recelo, tenían pinta de querer destrozarte la espalda desde que la apoyaras en su respaldo acolchado.

Alexandra me invitó a sentarme con un gesto de la mano mientras ella se sentaba con aire profesional en su silla enorme, de cuero negro y a todas luces cómoda. Normal que a los directores no se les viera casi nunca el pelo si tenían una silla como esta, pero al parecer Alexandra había escogido el momento en que yo desvelaba mi mal genio para salir. Menuda suerte la mía.

Que quede claro que lo normal es que no hubiera aceptado su invitación y me habría quedado de pie para representar mi rebeldía pero estaba cansada y sin fuerzas. No me juzguéis eran las nueve de la mañana no hay ganas de quedarse de pie en ningún sitio y menos en un despacho con una tipa imponente que seguramente tendría mucho más mal genio que yo, y aunque soy partidaria de enfadar a la gente a aquella mujer era mejor dejarla quietecita. Bueno, en resumen: me desplomé en la silla y le aguanté la mirada con languidez.

  • Señorita Hollie, sé que Courtney es difícil de llevar pero no puedo consentir ese vocabulario en mi centro.

Por dios, ni que hubiera dicho nada fuera de lo normal, zorra también se refería al animal poderoso y valiente del bosque... ¿no cuela no? Pues vaya.

  • Ni mucho menos espectáculos en el comedor – remató.

Tardé un segundo en comprender que Eidan le había contado la primera pelea de Courtney y mía. Será chivato.

Normalmente hubiera saltado defendiéndome con la historia de Gracie pero no estaba segura de que a Gracie le hubiera gustado, además en esas situaciones es mejor cerrar la boca y esperar a que pase la tormenta para después seguir haciendo lo que te dé la gana. Ese era más o menos mi lema, aguanta e ignora todo a tu alrededor.

Alexandra siguió hablando y los parpados me pesaban más y más cada segundo que pasaba, no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, su voz me sonaba lejana e incoherente y mi mente estaba por desconectar de la realidad y pasar un rato agradable haciendo un tour por el país de los sueños y recuerdos dolorosos pero justo cuando pensé que me iba a meter en un lío por haberme quedado dormida en el despacho de la directora la puerta se abrió a mi espalda e hizo que pegara un respingo y me despertara de repente. Los ojos se me abrieron como platos por la súbita interrupción pero me contuve para girar la cabeza y fulminar con la mirada a quien quiera que me hubiera salvado. Yo y mis miradas asesinas, ellas me adoraban y yo las adoraba a ellas, la mitad de mi vida no habría tenido sentido sin ellas.

  • Siento haber llegado tar... - se interrumpió - ¿Kate?

De pronto sentí que el corazón me daba un incomodo vuelco cuando escuché la voz que se me había hecho tan familiar y tan horrible a la vez. Cerré los ojos rezando para que mi cuerpo no se adelantara a mi cordura pero la sangre me había empezado a hervir las venas y mi mente luchaba con el ansia de mi cuerpo de llevármelo al baño.

  • ¿Qué ocurre? - preguntó menos convencido. Escuché como se acercaba y pasaba por mi lado hasta quedar al otro lado de la mesa junto a su madre, le dio unos cuantos papeles sin dejar de mirarme.
  • Courtney y Kate han vuelto a montar otro espectáculo a la entrada al parecer van a empezar a cobrar por su show diario – dijo con voz malhumorada mientras les echaba un vistazo a los papeles que le acababa de dar su hijo.

Eidan resopló y su expresión rozó por un momento el alivio antes de mirarme con encarnación de cejas incluido, eso vendría decir ``venga ya ¿otra vez?´´ aparté la mirada de sus ojos que, gracias a la luz que entraba por el ventanal era azules, y clavé la vista en la alfombra granate que ocultaba el suelo de la habitación. Todo se sumió en un abrupto silencio interrumpido de cuando en cuando por el pasar de las hojas que Alexandra tenía en la mano.

Al cabo de unos segundos pareció darse cuenta que su problema aun estaba sentada en una de sus sillas.

  • Bueno, ¿que castigo crees que mereces? - dijo casi sin levantar la mirada para mirarme, así de importante era para ella, una adolescente que no sabe comportarse con educación. si supiera en realidad....

No contesté más bien la miré mal y luchaba por no mirar a Eidan pero la tarea era casi insoportable porque sentía su mirada en cada una de las células de mi cuerpo, respiré hondo, ya se que eso no sirve para nada pero como la gente suele hacerlo a menudo pues habrá que imitarlos.

  • No creo que merezca ningún castigo, en realidad. - rematé con un tono ligeramente rebelde. - o si me va a castigar Courtney debería acompañarme.

Alexandra me miró como si fuera una niña pequeña que se ha saltado una de las normas de la escuela y ladeó un poco la cabeza, eso me hizo mirarla verdaderamente mal, no me gustaba que me trataran como a una niña, sobretodo porque tenía docientos y pico años y era más inteligente que la mayoría de los que había allí dentro.

  • Bien, estarás sin recreo dos semanas. - sentenció la directora devolviendo la mirada a los papeles que acababa de dejar sobre la mesa.
  • ¿Qué? ¿dos semanas? Ni en broma. - negué con la cabeza.
  • Oh, lo harás si no quieres que llame a tus padres.

Me quedé de piedra... ¿padres? ¿qué? Esa palabra me trajo un millar de recuerdos a mi mente.

Mis padres... hace tanto que no los veía, unos cuantos cientos de años, sonreí aunque en realidad el aire se me había atascado en la garganta y mi corazón no latía correctamente, en ocasiones como esa me hubiera gustado que mi corazón parara de latir incesantemente y todo acabaría, me largaría de aquí y no tendría que aguantar esto pero es curioso no se por qué no logro concebir al mundo sin mi habitándolo, le faltaría la parte sarcástica y desastrosa de la vida.

Eidan suspiró y me obligó a volver a la realidad, puse los ojos en blanco, siempre se las arreglaba para sacarme de quicio. En realidad se lo agradecía... muy en el fondo pero al fin y al cabo se lo agradecía, me gusta andar por hay con el mal genio encima.

  • Lo haré – dije a regañadientes. - lo haré.
  • No esperaba otra cosa de ti señorita Hollie.
  • Llámeme Kate – lo dije arrancando mi maleta del suelo como si fuera la cabeza de Alexandra la que quisiera patear, apreté los dientes y sin mirar a Eidan (una tarea sorprendente dado mi obsesión) me di la vuelta y abrí la puerta – o simplemente no se moleste en llamarme – rematé la frase con un portazo.

Odiaba a Alexandra Eis, odiaba a su hijo y odiaría a los hijos de Eidan y ¡también a los nietos! Caminé por el pasillo desierto, la gente estaría ya en clase claro está. Si mi mente no me engañaba ahora mismo me tocaba Física y química con ese tipo guapo pero aburrido como él solo.

Resoplé y me miré las All Star que se pateaban furiosamente el suelo, mi mandíbula no podía estar mas apretada y mi mal genio rezumaba de cada uno de mis poros.

Bueno pues si Alexandra dice que hay que estar dos semanas castigada pues vale así habrá menos tiempo para obsesionarme por su estúpido hijo.

lunes, 5 de marzo de 2012

capítulo 4


Capítulo 4: Mi batido de chocolate.





  • ¿Qué quieres decir con eso de que es inmortal?

La voz de Nina se coló entre la maraña de pensamientos enredados que intentaba ordenar en el fondo de mi cabeza, sin mucho éxito la verdad. Esa pregunta me arrancó una sonrisa irónica, con preguntas así ¿quién no sería sarcástico? Me vinieron algo así como diez respuestas irónicas, dos de ellas maliciosas, pero las deseché. Demasiado fácil para resultar divertido.

  • Pues eso, que no muere por cualquier cosa.
  • No sé de quien se trata – repuso Cenh, pensativo.
  • Ya te lo enseñaré.

Nina, Cenh y yo nos encontrábamos caminando calle abajo para llegar a la cita con Gracie a las ocho y ya solo faltaban seis minutos para la hora. La verdad es que habíamos salido tarde por mi culpa, nunca he sido puntual... Nunca. Si me dijeran que tendría que morir a las cuatro moriría a las cinco, solo por mi falta de puntualidad.

Les acababa de soltar la noticia de que mi profe de física y química era inmortal. El profesor Paul, tan alto, tan guapo y tan aburrido explicando los reajustes de ecuaciones químicas. Tendría entre los trecientos y trecientos cincuenta años de edad inmortal, o sea todo un viejo. Nina no se lo podía creer y a Cenh casi se le salen los ojos de las órbitas cuando se los dije con tanta despreocupación como si les estuviera hablando del perro del vecino, que, por cierto se llama Pluffie y es una monada. A los perros siempre hay que tenerlos en cuenta.

  • Pero, ¿por qué no me dijiste nada mientras estábamos en el instituto? - me dijo Nina en tono de reproche – podría haber hablado con él.
  • Se me fue de la cabeza – resoplé – tengo otras cosas en las que pensar ¿sabes?
  • ¿En serio? - suspiró exageradamente – A ver, Kate esto es importante ¿vale? No esperábamos encontrarnos a un inmortal en el lugar más recóndito de la tierra.
  • ¿Recóndito? - repetí perpleja – recóndito sería una tribu del Amazonas, no un pueblucho con parque temático.
  • Déjenlo ya, chicas – nos tranquilizó Cenh. - no vamos a discutir nuestra noche de descanso. Además Gracie se sentirá incomoda si nota tensión en el ambiente.

Me calmé un poco al escuchar el nombre de Gracie. Estamos a dos minutos de su casa donde iremos a recogerla para ir a pasar unas horas en el parque temático Fall Hall, al parecer los martes tenían ofertas. Yo le había tenido que pedir dinero a Ash ya que mis ahorros habían desaparecido al comprarme cuatro pares de Holl Star negras y dos sudaderas de marca del mismo color a juego con las zapatillas.

Cruzamos la esquina y divisé la casa de Gracie a unos tres metros, Nina me sonrió con una disculpa en la mirada y yo le devolví la sonrisa más franca que pude. Cenh se me acercó y me puso una mano sobre los hombros.

  • ¿Te montarás conmigo en la noria?
  • En la noria y en todas las demás atracciones – mi cuerpo se estremeció de emoción ante la expectativa de adrenalina pura esta noche. No pude evitar que una sonrisa descarada se apoderara de mis labios.
  • Esa es mi Kate.
  • Es aquí – Nina se giró lo suficiente para mirarnos.

La casa de Gracie era bastante más grande que las del resto de Cross Hall, se notaba que su familia era rica, al menos por esta zona. Nunca le había preguntado a Gracie si sus padres estaban al corriente de lo que le sucedía en el instituto pero estaba claro que si lo sabía poco habían echo para solucionarlo.

Nina parecía flotar cuando subió con agilidad los cuatro peldaños del porche. Estaba demasiado guapa para ir a un parque de atracciones tan cutre como aquel, bueno estaba demasiado guapa para ir a cualquier parque de atracciones y punto parecía recién sacada de un anuncio de perfume caro: vestía unos pantalones blancos ceñidos y una camiseta color melocotón de manga larga resaltaba sus insinuantes curvas, sus botas beis tenían un mini tacón que hacían que su metro setenta subiera al setenta y dos se había recogido su larga melena rubia en dos coletas que le prestaban tanto un aspecto infantil como provocativo.

Cenh, en cambio, parecía estar sacado de unas de esas pelis en el que el chico malo es el que más mola, bien pues Cenh era el chico malo y por consiguiente el que más molaba y el que más bueno estaba, sin lugar a dudas: Llevaba unos pantalones baqueros negros con una camiseta negra y una chupa de cuero que le había pedido más de una vez en noches de fiesta con sus botas de motorista, le sentaba de maravilla esa pinta de chico malo. Siempre le había sentado bien. Te aseguro que si Cenh y yo no nos hubiéramos conocido a mis diez años hubiéramos tenido muchas noches para nosotros.

Subí las escaleras del porche y me senté en una de las sillas acolchadas que estaban al rededor de una mesa de plástico, yo distaba mucho de esos dos, si me tuvieran que haber sacado de algo, estoy segura de que hubiera sido de unos de esos programas para adolescentes descarrilados sin futuro: estaba ataviada con unos pantalones cortos y medias negras con las Holl Star que me llegaban hasta los tobillos y, como no, una de las sudaderas nuevas abiertas con la cremallera rozándome las rodillas dejando entrever una camiseta holgada con la frase ``Dark night, dark heart´´ en letras negras contrastando con el gris plomizo de la camisa. La capucha me ocultaba mi pelo corto e irregular.

Nina tocó el timbre y el pitido formó eco en el enorme caserón, pasos apresurados se aproximaron a la puerta una mujer alta con el pelo rojizo y los ojos grises nos abrió la puerta, sonrió al vernos.

  • Supongo que ustedes seréis los amigos de Gracie – una enorme ternura se desbordaba de sus ojos – me alegro tanto, nunca había traído amigos a casa. Pasad, ya casi esta lista.
  • Con su permiso, señora Bloom – Nina había adquirido ese acento suyo de niña responsable y cuidadosa mientras entraba en la casa.
  • Gracias – Cenh había optado por su tono acostumbrado pero acabado en una sonrisa de mil vatios la señorita Bloom lo miró medio segundo más del necesario, claro, pobre mujer añorando tiempos tan jóvenes. La verdad es que a ella se la podría tomar fácilmente por una chica de dieciocho si no fueran por las leves arrugitas de alrededor de los ojos creadas por el estrés acumulado.

Yo no dije nada y me limité a quitarme la capucha, la señorita Bloom me miró con curiosidad.

  • Tú debes de ser Kate – me dijo cuando entramos en la salita de estar.
  • Sí, señora – respondí con sequedad.
  • Oh, no me llames señora, me hace sentir más mayor de lo que soy – sonrió inocente y alegre – llamame Honey.

Su sonrisa se parecía muchísimo a la de Gracie, pero la de Honey era más abierta y más alegre que la de su hija. No se por qué me había imaginado a la señorita Bloom como una mujer descuidada que permitía que su hija sufriera acoso escolar, un atisbo de arrepentimiento afloró en mi por haberla juzgado tan rápido. Me desprendí del sentimiento como pude y adopte mi pose indiferente cruzándome de brazos.

  • Gracie me ha hablado sobre ti y muy bien me dijo que eras un encanto de chica, con una actitud fuerte e independiente y por lo que veo no se equivocaba. También me habló de una tal Rachel – se giró hacia mi hermana pero yo no comprendí que se dirigía a ella hasta que recordé su nuevo nombre. Ninguno de los nuevos nombres me gustaba además habíamos pasado un siglo y medio con los nombres anteriores y les pegaban más que los nuevos.
  • ¿Gracie le ha hablado de mí? - Nina la miró sorprendida. La verdad es que era una actriz fantástica, para un anuncio serviría y para una peli también. El collar de plata que llevaba brilló bajo las luces del techo.
  • Por supuesto, me dijo que eras la chica más dulce que había conocido – Honey se puso la mano en el pecho y sonrió – la verdad es que me alegra que haya conocido a gente como vosotras, desde hacía un año la veía cabizbaja y muy desganada y me estaba empezando a preocupar de verdad.
  • Nosotros nos encargaremos de animarla – aseguró Cenh.

Honey lo miró con una clara esperanza en la mirada.

  • Gracie no me ha hablado de ningún chico ¿estas saliendo con ella, tal vez?
  • No, claro que no – nos señaló – son mis hermanas, me aseguraré de que estén bien esta noche. Soy Lucas.

Mírenlo, haciendo el papel de niño responsable, que monada. Seguramente eramos Nina y yo quien cuidaríamos de Gracie mientras el liga con alguna chica o se entretiene bebiendo más de la cuenta. Pero así era Cenh.

  • Oh, siento haber sacado conclusiones equivocadas – la esperanza se esfumó de sus ojos – Es que después de aquel chico no ha salido con nadie más.

¿Gracie había estado con un chico? Oh dios mio. No me imaginaba a Gracie a manos de ningún chico, suerte que yo no había conocido a ese desgraciado que había salido con ella porque lo habría echo pasar por un examen la mar de difícil. No valía cualquier chico para mi pequeña protegida.

De pronto una bombilla olvidada emitió una débil luz tenue en mi mente y una imagen de Eidan cruzó por mi cabeza. ¿Eidan y Gracie? No podía ser pero estaba claro que se conocían de algo y había pasado cualquier cosa que les impidiera llevarse bien ahora, podría haber sido eso; una relación fallida. Las cosas empezaban a encajar poco a poco en mi mente pero había cosas que no cuadraban ¿por qué si acabaron con la relación Eidan insiste en estar protegiéndola cuando ella se pone en tensión solo de verlo? Y ¿por qué ella se comportaba de un modo tan extraño cuando el andaba cerca? ¿es que aún sentía algo por él? Las ideas se arremolinaron en mi cabeza al mismo tiempo que las dudas acudían a hacerme tirar por tierra mi pequeño descubrimiento. ``Qué más te dará si salían o no, eso a ti no te importa´´ me dijo la voz de mi mente. Y tenía razón, como siempre.

  • Ya estoy, siento el retraso... - la dulce y aniñada voz de Gracie me sacó bruscamente de mis pensamientos.

Acababa de bajar el último escalón de las escaleras y se agarraba aun al pasamanos de madera con una sonrisa tímida ¡qué linda iba! Se había recogido su melena ondulada y rojiza con un pasador negro sus y ojos brillaban. Vestía bastante más guay que en el instituto: llevaba unos pantalones color gris que se le ceñían a sus pequeñas piernas con unas botas negras hasta las canillas, una camiseta de un rojo apagado se adivinaba bajo su chaqueta de cuero beis de su hombro colgaba un bolso pequeño.

Ni Nina ni yo llevábamos bolso ya que Cenh se había ofrecido amablemente para cargar con nuestro dinero, lo había guardado en uno de los bolsillos interiores de la chupa, a prueba de atracciones turbulentas.

  • Cariño, estas estupenda – Honey se acercó a Gracie y le dio un tierno abrazo, Gracie lo acepto un tanto avergonzada bajando la mirada – vale, perdón me dejé llevar por el momento.
  • Vale, mamá.

Gracie se acercó a mí y me dio un besito en la mejilla hizo lo mismo con Nina y al llegar a Cenh le tendió la mano con una sonrisa, él se la estrechó firmemente devolviéndole esa sonrisa de mil vatios que hizo que se sonrojara.

  • Prometeme que tendrás cuidado ¿vale? - la señorita Bloom se retorcía los dedos de las manos inquieta.
  • No se preocupe Honey, la cuidaré como a una de mis hermanas – desplegó de nuevo esa sonrisa. ¿Es qué pretendía deslumbrar a toda la familia? Solo faltaba el padre... ¿Y el padre?
  • No volveremos muy tarde – inquirió Nina – antes de medianoche la tendrá de vuelta.
  • Eso me deja mucho más tranquila, Rachel.

Gracie abrió la puerta y nos invitó a salir primero, nos despedimos de Honey y por fin salimos al exterior donde una fría brisa onduló el cabello de Nina haciendo que una de sus coletas se deslizara por su espalda llegando hasta la cintura. Bajamos los escalones del porche y nos encaminamos rumbo a Fall Hall.

  • Estoy muy emocionada – exclamó Nina mirando a Gracie.
  • ¿Te montarás conmigo en la noria? Si no quieres hacerlo con alguien antes, claro.
  • Por supuesto que me montaré contigo, mis hermanos ya se habían emparejado para subir, así que...
  • Gracias, Rachel.
  • No hay de qué, Gracie.

Cenh y yo intercambiamos una mirada de confusión total, Nina estaba muy rara desde que habíamos salido de casa, emocionada y un poco molesta por mi tardanza pero ahora se comportaba como si las puertas del cielo se le hubieran abierto y Gracie ruborizada caminaba al lado de Nina con la cabeza gacha y con su particular sonrisa tímida. ¿Ha qué venía tanta formalidad? Ni que se hubieran conocido hoy mismo por el amor de dios.

Seguimos caminando por las aceras, el cielo estaba ya oscuro pero aun tenía que oscurecerse mucho más para dejar que las estrellas brillaran en su eterna oscuridad.

De pronto las luces y la música retumbante captaron mi atención, luces de todos los colores brillaban con intensidad y el barullo de la masa de gente casi hacia imposible distinguir la letra de ninguna de las veinte canciones que se deslizaban a nuestro alrededor y eso que todavía no habíamos llegado.

La entrada del parque consistía en un arco enorme de metal con el nombre Fall Hall en lo alto imponente, traspasamos la entrada y entonces mi visión se inundó de gente ¿de donde demonios salían tantos adolescentes? Estaba segura que en el pueblo no podía haber tantos. Tanta gente no me intimidaba pues estaba acostumbrada a las discotecas de las grandes ciudades y en los conciertos de rock que esto a su lado se quedaba en nada pero aun así me incomodaba un poco ante tantos humanos juntos.

Cenh se colocó a mi lado y me cogió la muñeca para guiarme entre la gente, me dejé llevar, Cenh llegaba al metro ochenta confiaba en su perspectiva más que en la mía. Nina y Gracie iban dos pasos por delante directas a la noria que se alzaba en medio de el río de gente, era enorme de hierro color rojo pero los cubículos todos de dos personas estaban echos de cristal duro, es decir, que desde todos los ángulos veías vacío y la posibilidad de caer. Caminé más rápido, mi cuerpo ansiaba la adrenalina que eso le producía.

La gente se reía y charlaba a mi alrededor, si miraba hacia arriba podía ver las curvas de la montaña rusa y creía poder escuchar los gritos de la gente. La casa del miedo estaba al final donde las luces no llegaban y había una cola de gente considerable. Cenh giró a la derecha y me arrastró hasta una plataforma donde cada uno compró su entrada para subir a la noria. La entrada era un papelito de color rosa chillón con el dibujo de la noria en verde, ostentoso se le quedaba corto era horriblemente repelente.

  • Al verla de cerca parece incluso más alta – opinó Nina por encima del ruido y de la música que a mis oídos llegaba mezclada pues en cada atracción poseía su propio equipo de música y ninguna con la misma canción, los estilos variaban; pop, rock, incluso creí escuchar country en algún momento.

Alcé la vista, cierto desde aquí abajo se veía más alta. La sonrisa se ensanchó en mi cara.

  • Sí, es verdad – coincidió Gracie. - vamos a la cola.

Señaló la cola de gente esperando para subir. Nos acercamos y nos deslizamos tras la gente, los dos chicos de delante se giraron y apreciaron a Nina analizándola de arriba a bajo, luego miraron a Gracie pero mostraron escaso interés por ella entonces sus miradas volaron hasta a mí yo les aguante la mirada desafiante y ellos me sonrieron, aparté la vista haciéndoles ver que ni en sueños tendrían oportunidades con ninguna de nosotras.

Al cabo de unos minutos llegó nuestro turno pero, atención aquí, en medio de este proceso pasó algo que aun hoy me cuesta visualizarlo, resulta que yo le di la entrada al tipo calvó de mi derecha, había otro a la izquierda que también recogía entradas pero ese tenía una mata de pelo negro, pero bueno, confiada en que Cenh iba tras de mí me subí al primer cubículo vacía que vi, me senté y miré a mi alrededor fascinada por el echo de que fuera de cristal, miré hacia atrás y vi que Nina y Gracie se montaban en la contigua a esta.

Sentí que Cenh se subía y se sentaba frente a mí yo seguía mirando a Nina y Gracie que reían y hablaban como si se conocieran de toda la vida, me gustó mucho esa imagen y me alegré muchísimo de haber conocido a Gracie si yo no hubiera ido al baño esa mañana seguramente nunca le hubiera prestado atención. Por esas maravillosas coincidencias que no parecen gran cosa puedes conocer a personas que te cambian la vida.

Suspiré aun sonriendo y advertí que empezábamos a movernos, estábamos ascendiendo hacia el cielo negro de la noche. Me giré para disfrutar de la atracción con Cenh pero cuando vi a la persona que estaba sentada frente a mí, me quedé helada, la sonrisa se esfumó de la cara y los labios se me crisparon, mi respiración se aceleró sin poder evitarlo ante su pelo castaño claro y sus ojos que ahora eran verdes con ropa ancha y negra que hacía que tuviera un aspecto endiabladamente sexy. Eidan.

  • ¿Qué...? - abrí la boca sin poder encontrar la palabras que se me habían atascado en la garganta .
  • Sí, lo sé ¿vale? - se encogió de hombros – me obligaron a sentarme aquí cuando entregué la entrada después de ti.
  • Pero, si ni siquiera estabas en la cola – repliqué aun boquiabierta.
  • Estaba justo detrás de vosotras.

Solté un hondo suspiro de exasperación y la sensación de caer se apoderó de mi cuerpo en la bajada algo rápida de la noria sonreí sin poder evitarlo y me agarré a los dos posa manos que habían a los lados de los asientos, no podía parar de pensar que nuestras rodillas se rozaban constantemente y me estremecí reprendiéndome mentalmente por la respuesta de mi cuerpo ante su contacto. Cuando la noria empezó a subir de nuevo me sentí perdida ¿cuanto tiempo podría aguantar hay dentro con Eidan? ¿cuantas vueltas daba esa cosa? Lo miré y descubrí que me observaba.

  • ¿Qué pasa? - solté lo más borde que pude.
  • Nada, es solo que no te había visto sonreír.
  • Pues no te emociones porque no pasa a menudo.
  • Me he dado cuenta pero gracias por la aclaración.

A pesar de que él me había visto sonreír yo a él no y eso me irritaba muchísimos, es decir, un tipo odioso sabía de mi maravillosa sonrisa y yo desconocía la suya. Venga ya.

  • ¿Donde esta Cenh? ¿Y con quién va montado él? - pregunté mirando hacia a todas partes menos a él.
  • ¿Cenh? - preguntó confundido.
  • Lucas – me corregí rápidamente. - ¿Dónde está?
  • Hay atrás – señaló el cubículo a su espalda con el pulgar sin dejar de mirarme – he venido con Jane, una amiga, y le a tocado con él.

Me incliné a un lado para ver a la preciosidad de chica que había llevado Eidan, mi auto estima se balanceó un poco pero era a prueba de bombas, bueno con una hermana como Nina ya nada te impresiona en cuestión de belleza femenina. Pero esa chica era realmente bonita: tenía el cabello castaño cayéndole en perfectos tirabuzones sobre los hombros y la espalda, aunque iba un poco escotada para esta época del año, me imaginé que en algún momento de la noche ella diría ``tengo frío´´ y Eidan como un caballero le tendería la sudadera negra casi igual a la mía que llevaba ¡podrían pudrirse en el infierno si por mi fuera! No sabía por qué la imagen de esa chica con la sudadera de Eidan me alteró y eso me alteró aun más.

  • ¡Arg! - me quejé y cerré los ojos molesta.
  • Oye, yo tampoco pretendía que esto pasara de esta manera. Pero pasó y no podemos hacer nada para cambiarlo, así que ya que estamos disfrutemos de la atracción.

Lo miré ceñuda pero no se lo discutí eso me parecía una buena forma de ignorarlo disfrutando a tope de la atracción. Íbamos a caer de nuevo, me preparé agarrándome fuerte a los posa manos, sentí el vértigo de momento y la adrenalina explotó en mi cuerpo al sentir que la atracción iba cada vez más rápido, me abandoné al subir y bajar, no podía evitar reírme a carcajadas por la sensación, la adrenalina siempre me producía ese efecto de reírme por simplemente eso, la sensación. Eidan se aguantó la risa una vuelta más pero no pudo más y también comenzó a reírse contagiado por la mí.

Resumiendo que dos adolescentes, uno de ellos inmortal, se estaban partiendo dentro de una noria en marcha por el chute de adrenalina. Eso sí que tiene sentido.

Eidan era el ser más irritante que había conocido pero tenía una sonrisa perfecta y asquerosamente preciosa, apreté la mandíbula para mostrar mi cara de mal genio pero no aguante mucho antes de empezar a reírme de nuevo. En medio del caos de luces, música y risas, Eidan habló.

  • Oye, siento mucho que hayamos empezado con mal pie, en fin supongo que podríamos llevarnos bien.

Vale, que estaba con la adrenalina y la fiesta por las nubes pero aun estaba en mis cabales ¿llevarme bien con Eidan Heis? ¿en serio? Estaba dispuesta a decirle que no, que jamás en la vida aceptaría pero cuando lo miré decidida la expresión que tenía me quitó el aliento: después de las risas y las sacudidas por la noria estaba irresistible con el pelo cayéndole sobre los ojos, con la media sonrisa provocativa y los ojos llameantes, juro que tuve que contenerme para no abalanzarme sobre él. Dios, que bueno que estaba. Aparté la vista como pude pero mi mirada siempre acaba trabada con la suya y me miraba intensamente.

  • Sí, claro supongo que podremos llevarnos bien – dije embobada por su intensa mirada.
  • Genial – sus ojos brillaban azules por las luces de la noria que habían cambiado de verdes a azules y sus ojos hacían lo propio. - en realidad creo que podrías llegar a caerme bien.

El hechizo se rompió en mil pedazos como si fuera un jarrón de cristal y se estrellara contra el suelo. ¡cerdo! ¿como qué podrías llegar a caerme bien? ¿qué se creía que era el tío más impresionante del planeta y que yo no tenía ni voz ni voto? Psss vaya idiota. Me crucé de brazos y lo miré mal, la sonrisa se desvaneció lentamente de su rostro y su actitud autoritaria volvió.

  • ¿Qué te ocurre ahora? - preguntó cansino – estas bien y al segundo siguiente estas de mal humor... No hay quien te entienda.
  • Mejor callate – mascullé.

La noria descendió suavemente y al fina se detuvo, el mismo hombre que me había cogido la entrada nos abrió la puertecita del cubículo y salí tan rápido como pude. Eidan fue tras de mi y me cogió de la muñeca.

  • ¿Qué te pasa?
  • Suéltame – exigí.

Él me soltó sin discutirlo pero me siguió mirando con esa expresión intensa, sentí que las rodillas se me doblaban ¿por qué tenía ese efecto en mi el único tío que me caía mal? La mala suerte me perseguía como el viento. Estaba a punto de soltarle cuatro verdades bien claritas pero recordé que había venido con mis hermanos y Gracie y aunque Eidan me había aguado la fiesta yo no tenía ningún derecho a hacer lo mismo con ellos.

  • Eidan – una voz a mi espalda hizo que me girara lo justo para ver como la tal Jane se acercaba a él y le cogía la mano – Ha sido una pena que no pudiésemos montar los dos juntos.
  • Sí – contestó Eidan - ¿lo has pasado bien?
  • Por supuesto, Lucas es una pasada.
  • Me alegro.

Cenh apareció por detrás de mí y me posó una mano en la cintura, eso me descolocó. Solía hacer eso en las discotecas de las grandes ciudades para deshacerse de algún baboso que no me dejaba en paz ni a manotazos, pero ¿que pintaba esa actitud aquí?, en un parque de atracciones del tres al cuarto sin encanto.

  • Por favor, despejen la zona – el hombre de la mata de pelo negro nos miraba con expectación mientras esperaba que nos largáramos y dejásemos espacio para que la gente se subiera para su viaje en noria, los primeros de la cola eran una pareja ¡ja! Seguro que los separaban como nos hicieron a nosotros, pobres... no se lo esperaban.
  • Lo sentimos, ya nos marchamos – dijo Eidan dirigiéndose a la escalera de salida con la chica aferrada a su mano.
  • ¿Nos montamos en la montaña rusa? - preguntó la chica emocionada.

Nina y Gracie acababan de salir de su cubículo y nos miraban a Cenh y a mí con confusión. Suspiré y me dejé de nuevo arrastrar por Cenh. Estaba de muy mal humor ¡estúpida parejita! Que se fueran a la montaña rusa o a donde les diera la gana. Una amiga ¡si hombre y qué más! ¿por qué no me había dicho que salía con ella? ¿es que pensaba que me iba a afectar o qué? Sería creído...

  • Ha estado la mar de bien – suspiró Nina – muy emocionante.
  • Sí, la verdad es que ha estado fenomenal – Gracie sonreía abiertamente.
  • Anda, vamos – Cenh y yo bajamos el último peldaño de las escaleras de metal - ¿sabes? Ese tío me da mala espina.
  • A mi también – asentí mientras lo decía – no me cae nada bien.
  • No me refiero a eso, es como si... no sé, es una sensación rara lo que siento cuando él esta cerca, es algo así como vulnerabilidad, es bastante raro.

Mi mente empezó en seguida a darle vueltas a esas palabras intentando encontrar un significado oculto bajo las palabras dichas en voz alta. Cenh, yo y Nina estábamos acostumbrados a decirnos las cosas a medias delante de los seres humanos por si las moscas, pero no encontré nada inquietante en esas palabras, miré a Nina pero estaba demasiado ocupada en mirar a Gracie para darse cuenta de nada más.

  • ¿Qué tal si vamos a por un batido? - ofreció Gracie.
  • Me parece una idea genial, así yo podré ir a comprar las entradas para la montaña rusa. - objetó Cenh con una sonrisa apartándose de mí.

Genial. La montaña rusa ¡adrenalina a tope! Una sonrisa permanente se me encasquetó en el rostro sin preguntar pero no hice nada por borrarla, Gracie me atrapó el brazo mientras nos acercábamos al puesto de batidos.

  • ¿Cómo demonios vamos a pagar si Cenh lleva nuestro dinero? - caí en la cuenta cuando pedí el batido maxi de chocolate.
  • Yo invitó – declaró Gracie con un billete de diez dolares en la mano. - es lo mínimo que puedo hacer por ti Kate.

Aparté la vista hacia mi batido que descansaba en la barra y lo cogí, casi no cabía en mi mano pequeñita, Nina había pedido uno mediano de fresa y Gracie uno grande de caramelo.

Nos dispusimos a esperar a Cenh detrás del pequeño puesto apoyadas contra la pared, bebí un sorbo de mi batido. Riquísimo, por cierto y disfruté de su sabor cada segundo, me encantaba el batido de chocolate ¿se ha notado mucho? Bueno, ya me gusta de por si pero si encima es de tamaño maxi me vuelvo loca. Me apoyé en la pared al lado de Nina que hablaba con Gracie y bebía un sorbo cada no se cuantos minutos ¿qué le pasaba? ¿es qué no apreciaba el sabor? Para eso no pidas nada.

Seguí saboreando el batido cuando, de pronto los vi ¡puag! ¡hasta aquí tenía que encontrármelos! Enfrente de nosotras Courtney se reía de las idioteces de su novio y sus tres clones también rieron, Gracie dejó de hablar en cuento los vio y se acercó más a Nina, no hacia falta, en mi opinión, es decir si alguien venía a molestarla lo espantaría o moriría en el intento (cosa un tanto complicada, pero bueno) Gracie era mi protegida y punto y dios quiera que Nina no se pusiera de mal humor porque si no agarrate a lo que puedas pues no quedarían ni los restos.

De repente como si hubiera escuchado mis sádicos pensamientos se giró, su melena rubia ceniza se balanceó sobre sus hombros, se parecía más a una barbie que a una persona, su novio... ¿Ron? Le pasó una mano por los hombros en gesto posesivo y las otras tres nos miraron con desgana. Las fulminé a todas con la mirada Nina me dio un golpecito en el codo y me señaló a Gracie que asustada se apretaba contra la pared en un intento por parecer serena. Y hubiera conseguido parecerlo si las manos lo le temblasen y sus ojos no dejaran de buscar una salida... Bah pequeños detalles sin importancia.

Ron le susurró algo a Courtney al oído, ella se rió a carcajadas y luego empezaron a acercarse con paso ¿amenazante? No, esa no era la palabra ¿ridículo? Sí, esa sin duda se acercaba más a lo que estaban haciendo, las tres amigas se quedaron atrás con recelo Nina me miró nerviosa, yo se lo que estaba pensando y no lo digo porque crea que lo sé sino porque conocía a Nina mejor que a mí misma y en ese momento estaba pensando que no podíamos permitirnos llamar la atención en un parque de atracciones y menos sin Cenh para bajarles los humos. Pero yo no necesitaba a Cenh, con tipos como ellos me bastaba yo sola.

  • Hola, querida Gracie – se mofó Courtney cuando llegó a nuestra altura.
  • Vaya, que ingenioso ¿has estado pensándolo mucho? - solté con una sonrisa forzada en los labios.
  • ¿Por qué no permaneces callada rarita? Esto no va contigo – Ron se giró de nuevo hacia Gracie que tenía los ojos empañados por las lágrimas.
  • Oye, lo siento, pero no queremos problemas – dijo Nina con desasosiego – así que por favor si...
  • Callate ya, nos cortas el rollo pesada de turno.

Eso fue demasiado para mí, vale que se metieran con Gracie, vale que se metieran conmigo pero ¿con Nina? La cagaron. Nina era mi hermana desde hacía dos siglos, dos siglos de convivencia, de tardes de charlas, de noches de fiesta, de ayuda sin condiciones y de ternura y abrazos cuando una más lo necesitaba, Nina era mi bálsamo, una cura para mi dolor constante sobre mi pasado y era mi diario personal, conocía su historia de memoria y aunque ella no sepa la mía nunca me ha presionado para contársela, confiaba en ella más de lo que imaginas. No era una amiga era mi hermana y la acababan de llamar ``pesada de turno´´ y eso me había puesto de mal humor, de muy mal humor. Me habían cabreado.

Permití que el batido resbalara de mi mano y se estrellara contra el suelo ¡y eso en mi es casi como pedirle a un millonario que tire todo su dinero al mar! Apreté la mandíbula tanto que me dolieron los dientes, di dos pasos hacia ellos mirando fijamente a Courtney y cuando llegué hasta a ella a pesar de las suplicas de Nina de no llamar la atención estrellé brutalmente mi mano contra su mejilla. El golpe sonó seco y fuerte algunos alrededor se detuvieron para observar la pelea que iba a desatarse a continuación Nina se acercó y me puso una mano en el brazo pero no hizo nada por pararme pues sabía de sobra que yo en ese estado no era yo. Courtney me miraba con la cabeza media girada por el bofetón y Ron se aproximó a mí con los puños en alto, no me sorprendió que ese tío no tuviera reparos en pegarle a una chica, era realmente bruto y Courtney lo descubriría pronto.

Yo no retrocedí ni un ápice, es decir había peleado unas cuantas veces y siempre sucedían dos cosas: o ganaba y le aporreaba hasta quedarme tranquila o le pegaba lo que me permitiera mi cuerpo antes de echarme a correr, pero eso era más bien lo que sucedía cuando me emborrachaba y ahora estaba totalmente despejada y enfadada... en mi opinión, mala combinación.

Me abalancé sobre el cuerpo enorme de Ron y le di el primer puñetazo en la cara sin ningún cuidado, Courtney me gritaba insultos y animaba a Ron dos pasos por detrás de su espalda, este se tambaleó un poco ante mi puñetazo pero me cogió del brazo y apretó con fuerza haciéndome bastante daño a pesar de eso sonreí y le pegué otro puñetazo esta vez en la mandíbula, Ron soltó un gruñido y me retorció el brazo.

El corro a nuestro al rededor gritaba algunos animando y otros abucheando a Ron por pelearse con una chica pero yo casi ni los escuchaba concentrada en mi próximo golpe que iba a ser en las zonas bajas él deslizó su otra mano hasta mi cuello a la vez que yo le lanzaba una patada con todas mis fuerzas, cuando mi pie lo alcanzó de lleno escuché como el aliento se le escapaba de los pulmones y aflojaba la presión sobre mi brazo, tosió y se apartó de mí intentando coger aire, algunos se rieron mientras que Courtney me miraba con ojos de neurótica se acercó a mí corriendo con los brazos extendidos en busca de mis pelos ¿en serio se creía que me iba a entretener con peleas de chicas pijas? ¡por dios! Como si tirarle de los pelos me fuera a solucionar algo. Pero no me moví esperando a que viniese para mandarle un bofetón a mano abierta para que se le quitara la idiotez de encima, a ver si eso era posible.

Pero justo en el momento en que iba a estrellarle de nuevo mi mano en su mejilla unos brazos me rodearon la cintura y me sacaron a rastras del círculo que habían montado la gente me retorcí y luche pero era inútil ¿quién demonios tenía tanta fuerza? Me giré para ver las espesas pestañas negras custodiando los, ahora, verdes ojos de Eidan que me miraban con autoridad.

  • ¿Otra vez tú? - mi voz sonaba demasiado alta, quizá por la emoción de la pelea – ya caes pesado, tío.
  • ¿Estás loca?

¿Era cosa mía o su voz sonaba preocupada?

  • No, no lo estoy – estaba prácticamente encerrada entre sus brazos ¿suena bonito? Pues no lo es, me dolía el brazo y la cabeza me daba vueltas y el vaivén de su cuerpo no hacia más que acelerar más mi frenético corazón. - ahora que ya tienes la respuesta ¿podrías llevarme allí de nuevo?
  • ¿Para que te líes a golpes con Courtney y su banda? ¿sabes lo que acabas de hacer? Acabas de tumbar al capitán del equipo del instituto, mañana van a masacrarte.
  • Pues que lo hagan, los tumbaré a todos.
  • No sabes lo que dices...

Eidan se alejaba cada vez más del lugar conmigo en volandas, su voz sonaba enfurecida y preocupada ¿es qué estaba preocupado por mí? Que tierno... si por mi fuera podía irse al tomar por saco ¿Qué le pasaba? Dejé de resistirme por dos razones: primera era claramente diez veces más fuerte que yo. Segunda, para que mentir, me encantaba el contacto de sus manos sobre mí. Estaba muy bueno y lo tenía a solo unos centímetros de distancia podría intentar seducirlo y llevármelo a la cama sin problemas pero estábamos en un pueblo y no podía escaquearme de él tan fácilmente a la mañana siguiente como acostumbraba a hacer desde hacia siglos y pasaba de verle la cara todos los días después de habernos acostado eso iba contra mi ética, sí, tengo ética aunque a veces parezca que no, la tengo. Así que me limité a mantener las manitas quietas y la mente fría para poder hablar o más bien discutir con él sin que mi mirada deambulara por su bien moldeado cuerpo revestido de negro. Maldito color que le sentaba tan bien.

  • ¿A dónde demonios vamos? - pregunté exasperada.
  • A algún lugar donde no te metas en problemas.
  • Va a ser difícil – mascullé por lo bajo.

Eidan siguió caminando, no se si había escuchado mi último comentario o no, me limité a permanecer callada imaginando la gran bronca que le iba a echar por cogerme y sacarme de allí sin previo aviso y así porque sí. Pero ¿qué se pensaba? Si se quería hacer el héroe ya podría haber llegado antes y haberse encargado él de Courtney mientras yo tumbaba a Ron. Porque ni en sueños iba a dejarle al grandullón, ni en broma.

Él se deslizaba entre la gente que a cada paso escaseaba más y más hasta que al final se detuvo en un lugar apartado detrás de la casa del miedo, me dejó en el suelo con suelo con suavidad y yo me alejé de él tanto como pude, lo miré ya con cierta distancia mientras mi cuerpo iba bajando de temperatura al estar lejos de él. Pero lo que vi no me ayudó mucho: la tenue luz de las farolas a la distancia hacía que su pelo brillara con tonos dorados y sus ojos se tornaron de un azul tan líquido que parecían gotas de agua de lluvia, sus labios mostraban una expresión seria pero tentadora. Este chico me iba a volver loca, no como el batido de chocolate, pero casi. A ver, he visto y estado con tíos impresionantes, mucho mejores que Eidan por supuesto pero ninguno era tan guapo de forma tan natural, es decir, ninguno se daba tan poca cuenta de lo atractivo que es pero Eidan era impresionante de una forma tan sutil que parecía no percatarse de ello lo más mínimo y eso me ponía de los nervios.

  • ¿Qué quieres, tío pesado?
  • Que no te maten.

Sonreí con ironía guardándome las cinco contestaciones sarcásticas a esa respuesta pero me mordí la lengua más que nada por no desvelar nuestro secreto. Nada nuevo.

  • ¿Y por qué se supone que te importa lo que me pase?
  • Porque decidimos llevarnos bien ¿no? Empezar desde cero y todo eso.
  • Tu lo decidiste, yo no tuve nada que ver.

Eidan puso los ojos en blanco y suspiró.

  • Vale, ¿quieres engañarte? Me parece bien pero a mí me importa la seguridad de mis amigos.
  • ¿Ah, qué somos amigos? - pregunté irónica. - hablando de amigos ¿dónde esta tu amigita Jane?
  • La verdad es que no lo sé – miró al suelo incómodo, como si acabara de darse cuenta que la ha dejado en algún lugar.
  • Menuda cita, pobrecilla ¿cómo se te ocurre?
  • ¡Yo que sé! Simplemente te vi peleando y me lancé a por ti antes de que te hicieran daño ¿vale?

Esa confesión sincera me dejó a cuadros ¿no quería que me hicieran daño? Eso sí que me pareció tierno, muy cursi, pero tierno al fin y al cabo. No supe que contestar así que me limité a buscar su mirada que tenía clavada en el suelo. Estaba apunto de decir algo que muy poca gente me había oído decir.

  • Gracias por preocuparte – bajé mis barreras lo suficiente para decir eso.

Él levantó la vista del suelo y me miró directamente a los ojos con intensidad ¿es qué acaso practicaba esa mirada? porque le salía genial.

  • Supongo que no es nada.

No supe como seguir así que me limité a callarme y a apreciarlo a la luz tenue de las farolas. Mi mente trabajaba a toda velocidad asimilando lo que acababa de pasar, de pronto Eidan se acercó dos pasos y yo retrocedí automáticamente, lo miré con una desconfianza palpable. ¿qué demonios pretendía acercandose de esa manera tan... provocativa? ¿es que acaso no había leído mis pensamientos o qué? Mi respiración se aceleró y juro que los latidos de mi corazón se podían oír desde el otro lado del parque.

  • ¿Qué estás haciendo? - murmuré con voz fría.

Eidan dio otro paso y puso los ojos en blanco al ver que yo retrocedía.

  • He visto que te cogía del brazo – de una zancada se quedó frente a mí, no retrocedí porque tenía la pared a menos de un metro y pasaba de quedarme apretada contra ella y a merced de Eidan... a decir verdad no sonaba nada mal. - dejame ver.

Entonces sucedió algo que nadie me había hecho hasta ahora sin mi permiso, claro. Eidan puso sus grandes manos sobre mis hombros y e hizo que mi sudadera resbalara hasta mis codos y se inclinó para examinarme el brazo, desde mi posición solo veía su pelo resplandeciendo a la luz.

Me mordí el labio inferior y aparté la mirada, Eidan me rozó las marcas que tenía con las yemas de los dedos ajeno a la enorme guerra entre mi cuerpo y mi mente. Mi cuerpo ansiaba una cosa pero mi mente me dictaba otra y el corazón permanecía calladito ¿por qué nunca decía nada cuando se le necesitaba?

Desgraciadamente yo nunca he sido fan de mi mente y siempre me he dejado llevar por mi cuerpo y en dos siglos te acabas acostumbrando tanto a las cosas buenas como a las malas. Vale que lo que estaba a punto de hacer era malo pero también era una bendición. ``Ah, que demonios. Al cuerno si lo tenía que ver cada día después de acostarnos pues tendría que aguantarme´´ Di un pequeño paso y me acerqué más a él su cuerpo irradiaba calor y su aroma era de lluvia, en serio olía a lluvia ¡con lo que me encantaba la lluvia! Me encantaba pasarme horas caminando bajo la lluvia, sobretodo cuando vivíamos en Manhattan. Aspiré su olor y sonreí. Eidan pareció advertir que estaba prácticamente pegada a él. Buscó mi mirada con urgencia e inseguridad pero cuando nuestras miradas se encontraron todas sus dudas se disiparon. Mi mente seguía regañandome y gritándome para que me alejara de él pero entonces me acarició el brazo y me olvidé por completo de todo. Fue entonces cuando él se inclinó para besarme. Bien hagamos una pequeña pausa ¿vale? Parad la imagen de vuestra cabeza, ya sabéis como si apretarais pause en medio de una peli con el mando a distancia. Bueno, supongo que ahora estaréis pensando ``¡van a besarse!, el tío bueno y la inmortal´´ o al menos lo hacíais hace un segundo antes de que os interrumpiera la escena ¿verdad? Decidme que sí. Pues siento decepcionaros pero no nos vamos a besar en ese momento, el la parte de atrás de una casa del miedo bastante cutre con los gritos ahogados de la gente a nuestras espaldas y la amigita de Eidan y mis hermanos pululando por hay, por no hablar de Gracie que al parecer han tenido un pasado compartido y ahora no lo puede ni ver, bueno diciéndolo así la escena no parece muy romántica y tenéis razón, no lo era en absoluto pero a mí el romanticismo no es que me importara mucho en esa situación ni a Eidan tampoco pero así están las cosas. Bueno os dejó con mi desastrosa noche de nuevo:

Eidan cada vez estaba más cerca, estaba a punto de ir al encuentro con sus labios cuando pensé ``bah, ya somos mayorcitos para saber lo que queremos. Yo le atraigo él me atrae, no sabés cuanto´´ pero entonces una vocecita, esa a la que llaman conciencia, me susurró `` Tú eres mayorcita pero él solo tiene diecisiete ¿quién dice que no se vaya a enamorar de ti´´ cuando mi cuerpo escuchó la palabra enamorar la temperatura descendió a bajo cero, me aparté antes de que Eidan juntara nuestros labios y él me miró como si no le sorprendiera que hiciera eso, como si estuviera esperando el momento.

  • Emh... bueno, me largo mis hermanos estarán preocupados y Gracie estará subiéndose por las paredes – mentí o no, vete tú a saber.
  • Entiendo, yo tengo que volver con Jane si no se ha ido ya.
  • Vale

Me cubrí los hombros con la sudadera y me giré para salir disparada de allí.

  • Nos vemos mañana en el instituto.
  • Claro, nos vemos allí – contesté sin convicción.

Me perdí entre la gente hasta encontrar a mis hermanos y a Gracie al parecer me habían estado buscando por todos lados. Nos montamos en la montaña rusa y le contamos a Cenh el incidente con Courtney y se enfadó un poco y luego se rió al escuchar que le había ganado a Ron. Vi a Eidan con Jane dos veces antes de marcharnos de Fall Hall a medianoche, el también me vio pero yo solo quería olvidar nuestro calenturiento encuentro, al menos por esa noche. Las consecuencias vendrían más tarde.




jueves, 1 de marzo de 2012

capítulo 3


Capítulo 3: ¡Cerdos!


Gracie y Nina volvieron del lavabo, que era donde habían estado limpiando la sangre y el puré de la cara de Gracie. Yo estaba tan absorta en la música que no me percaté de su llegada hasta que se sentaron frente a mí y Gracie me sonrió. Me quité los cascos, deslicé la mano hasta mi bolsillo y apagué el Ipod para poder escuchar algo que no fueran los estridentes chillidos que tanto me gustaban.

  • ¿Estás bien? - le pregunté a Gracie.

Ella se inclinó sobre la mesa. La veía diferente: tenía más color, no sé, era como si hubiese estado atada en un gris mortecino y ahora resaltaba con más color, sus mejillas estaban teñidas por un leve rubor y sonreía más de lo habitual.

  • Perfectamente, gracias Kate.
  • No hay de qué – repuse un tanto confusa por su cambio radical y más que notable, al menos para mí, sin embargo seguía siendo la misma chica que había rescatado en el lavabo aquella mañana. Aún seguía teniendo doscientos y pico años menos que yo.
  • Bueno, por fin la pelea a acabado – Nina apoyó la cabeza en su mano – nos hemos enterado por el pasillo que al final no ha habido pelea por un tal...¿Eidan? ¿se llamaba así?
  • Sí, Eidan – asintió Gracie.
  • ¿Quién demonios es? - todavía estaba aturdida por el efecto autoritario que ejercía en los demás, y la asombrosa trola que intentó colarme.
  • Es el hijo de la directora, y tiene mucha influencia sobre todos, además se ha ganado el respeto a pulso. Es el más respetado de todos los que estamos aquí – Gracie hablaba agachando la cabeza como si temiera que alguien la pudiera oír hablando de él.

No sé por qué me parecía que Gracie escondía algo, sus palabras no eran del todo sinceras, por un momento se me pasó por la cabeza preguntarle pero rechacé la idea, yo nunca he sido una cotilla y no iba a empezar a hacerlo ahora, así que cerré la boca y seguí escuchando. La imagen de ese chico se aferraba a mi cabeza, era demasiado guapo y la autoridad que ejercía me resultaba irritante, pero aún así no se mostraba creído, ni mucho menos. Sacudí la cabeza ``es solo un humano más, tan solo limitate a ignorarlo ¿vale? Ignorar lo sueles hacer bien ´´ cierto ignorar era lo mejor que se me daba en todas la épocas, es un encanto natural, se nace con ello.

  • ¿Os conocíais? – la voz de Nina rompió el hilo de mis pensamientos, al parecer a Nina también le habían sonado sospechosas sus palabras pero a diferencia de mí, ella si que era una cotilla.
  • No... para nada – la voz de Gracie se quebró en la última palabra.

Vamos, que si que se conocían ¿por qué lo ocultaba? ¿es qué se habían enrollado? Me imaginé a Gracie en manos de Eidan pero la imagen no acabó de tomar forma era más como una pintura desgastada que cualquier otra cosa. Bostecé decidida a olvidarme de todo el asunto de Eidan, Courtney y Ron y sobretodo de las palabras de Gracie, estaba claro que no quería contarlo, tendría sus razones, supongo que al igual que yo con respecto a mí pasado, apoyé la cabeza sobre mi brazo.

  • Por cierto, en el Fall Hall hacen descuento mañana ¿qué os parece si vamos? - comentó Gracie cambiando de tema rápidamente, si pretendía que no lo notáramos la llevaba clara porque disimulaba fatal y Nina y yo eramos infalibles para los cambios de tema.
  • ¿Qué es eso? - pregunté desganada pensando en cualquier tienda de ropa.
  • El parque de atracciones.
  • ¡Parece divertido! - exclamó Nina mirándome.
  • Sí, suena estupendo – dije con un cambio de humos preocupante del sopor al entusiasmo repentino. Debería ir al psicólogo para que me lo miraran.
  • ¿Entonces, queréis venir?
  • Claro que iremos, Gracie.
  • Allí estaremos, dalo por hecho.

El parque de atracciones o Fall Hall era justo lo que necesitaba, dios, solo llevaba un día en el instituto y ya anhelaba un descanso, en un mes necesitaría un viaje si seguía a este ritmo de coger estrés por pijas repipis.

Sonó la campana y me hundí en mi asiento, no tenía ganas ninguna de volver a las clases, quería largarme ¿lo he dicho ya? Quería aislarme de todo eso, quería que mi mente no pensara, quería a Courtney lejos de Gracie y quería estar montada en la montaña rusa sintiendo la adrenalina por todo mi cuerpecito, espera ¿y si no me dejaban montar por mi altura? No, no era posible. Seguro que no, me aferré a esa esperanza mientras me ponía de pie y me situaba junto a Gracie que hablaba animadamente con Nina de las atracciones que habían.

Courtney pasó por mi lado y me echó una miradita de desprecio yo se la devolví cargada de veneno, el suficiente para matar a un elefante, así que deja volar tu imaginación. Subí las escaleras y nos despedimos de Nina en la primera planta ya que a ella le tocaba dibujo artístico, le encantaba dibujar y era muy buena, me encantaban sus pinturas, a lo largo de los años me había echo y dedicado muchísimos cuadros que tengo guardados como oro en paño en mi armario. Suelo mirarlos a menudo sobretodo cuando no paro de pensar y no quiero hacerlo. Me sirven como distracción y como bálsamo pues son tan hermosos que no puedes evitar mirarlos embobada.

Me diriguí a donde el papel me dictaba, si la escena hubiera sido exageradamente cómica el papel actuaria de dios y yo como plebeya. En serio, sin el dichoso papelito no había camino para mí, era como mi chuleta particular.

Aula 221. Francés, oh, vaya Francés se me iba a dar de maravilla pues en 1830 había vivido en Francia con todos los demás. En esa época Francia retomaba la conquista de Argelia... Bueno, que había vivido en Francia durante veinticinco años y obviamente conocía el idioma, bueno más conocerlo lo escribía y hablaba como una nativa, nada del otro jueves... Otra asignatura que iba a aprobar sin apenas esfuerzo, esto del instituto no parecía tan difícil al menos para una inmortal con más de doscientos años que repelía las mates.

Gracie se dirigió a su taquilla con la vista clavada en el piso y expresión preocupada.

  • ¿Qué te ocurre? - pregunté al ver su cara de angustia. De alguna forma Gracie se había convertido en mi protegida y yo era su protectora, caminaba a su lado con gesto posesivo y vengativo con el efecto de una aura que decía ``si te acercas date por muerto´´ y eso me gustaba y me irritaba a la vez por haber sucumbido tan rápido a los humanos. Debería haber resistido más pero desde que escuché los sollozos de Gracie por primera vez en el baño supe que no sería así. - tienes una cara que da pena.
  • Es por Francés.
  • Veo que te entusiasma la asignatura – repuse sarcástica.

Ella desplegó un sonrisa entre tímida y temblorosa. Se encogió de hombros.

  • No es que no me guste; el idioma en sí me parece interesante y bonito pero lo que no me gusta es el profesor.
  • ¿El profesor? - hice una mueca, los profesores nunca llegaban a caerme del todo bien, de pronto la imagen del profesor Paul voló hasta mi mente y un cartel de neón al lado rezaba: Inmortal, claro que en mi mente el profesor no llevaba camisa y sus duros músculos del pecho lucían un bronceado natural. ¿Es mi mente, no? Puedo hacer lo que me de la gana.
  • Sí, el profesor Augusto Dimt, me tiene manía pero no se por qué.
  • ¿Manía? Los profesores son malos pero no creo que lleguen hasta tal punto y menos contigo, es un adulto no puede meterse con una alumna delante de toda una clase llena de gente y menos teniendo este aspecto que dice a gritos ``vulnerable´´

Gracie volvió a sonreír, con libro de Francés en mano cerró la taquilla y nos encaminamos a clase sin cruzar una sola palabra más, me pregunte si se habría enfadado por algo pero no me apetecía preguntarle en ese momento y tampoco quería presionarla a hablar si necesitaba silencio así que mantuve el pico cerrado.

Entramos en clase, era una clase como todas las demás: pupitres, sillas, adolescentes, ruido y todo el rollo ese, bueno la cuestión es que además de todo eso un proyector colgaba del techo pero no estaba encendido y señalaba hacia la pizarra como una flecha inerte, arriba de la superficie negra una especie de cuerda de metal fino colgaba unos pocos centímetros. Supuse que si tirabas de ella arrastrarías una superficie de papel duro blanco para poder ver alguna película o lo que sea que se viera ahí.

Nos sentamos en la penúltima fila, me apoyé en la mesa dispuesta a dormir un rato, no tenía por qué prestar atención, yo ya conocía el idioma a la perfección, conocía tanto el Francés académico como el Francés callejero, tacos incluidos.

Escuché que la puerta se cerraba pero no me molesté en levantar mi cabeza hundida en la tela negra de la sudadera que me cubría los brazos, estuve a punto de encasquetarme los cascos pero deseché la idea, quería ver si Gracie tenía razón y el tal Augusto se metía con ella. ``Augusto´´ pensé, cuando vivía en Francia solían tener nombres como ese pero no se por qué me parece mucho más ridículo en esta época, es decir, en el siglo XXI uno no podía llevar nombres de siglos pasados, de hay viene el constante cambio de nombre en los inmortales, no lo hacemos por aburrimiento o por capricho aunque también podría ser el caso. Es imposible llevar el mismo nombre que (en mi caso) 1779, sería como algo fuera de lugar y los inmortales tenemos la costumbre de vivir sin llamar mucho la atención y con un nombre de un par de siglos atrás destacarías, por lo que ``¡cambio de nombre!´´ y claro no puede ser muy creativo porque entonces tendría el mismo efecto tienen que ser nombre comunes, mira el mío sin ir más lejos: Kate. Un millón de chicas se llaman Kate y me gusta el nombre.

Volví en mí cuando escuché al tal Augusto hablando el perfecto Francés académico contuve un par de carcajadas al ver que pronunciaba mal un par de palabras, de tan perfecto que quería ser llegaba al extremo de alargar sílabas que no debía y acortar otras que debería dar una entonación diferente para el efecto deseado.

Suspiré con los ojos cerrados y me dispuse a dejarme a manos del sueño pero sentí que alguien tocaba a la puerta y segundos después irrumpía en la clase, quién quiera que fuere. Las dos chicas del atrás se deshicieron en suspiros y frases poco apropiadas para niñas de su edad. No tenía ganas de levantar la cabeza así que no lo hice, no me importaba quien acabara de entrar pero al perecer las chicas agradecían su presencia me pregunté que clase de chico sería. Entonces el profesor dejó el Francés a un lado y habló:

  • Eidan Heis, ¿cree qué estas son horas de llegar?
  • Tenía un par de asuntos que atender, siento la tardanza.

Abrí los ojos violentamente ``ese tipejo´´ pensé con irritación, me negué en rotundo a levantar la cabeza pero una parte de mí se moría por admirar semejante cuerpazo claro que mi determinación, al menos, en este asunto era mayor e hice caso omiso a mi parte pervertida.

  • Siéntese, espero que no vuelva a ocurrir.
  • No volverá a pasar – aseguró él mientras su voz se balanceaba de aquí para allá hasta que el sonido de una silla me comunicó que se había sentado dos filas por delante de nosotras, en ese momento me dí cuenta de la tensión de Gracie. Tenía los músculos agarrotados y desprendía, eso, tensión.

Levanté la cabeza lo justo para mirar su rostro crispado.

  • Bien – el profesor carraspeó, aclarándose la garganta – Gracie Bloom, venga aquí.
  • Sí, señor Dimt - observé como le temblaban las manos cuando se levantó y un sentimiento de protección se abalanzó sobre mí, pude controlarlo pero estuve bien atenta.
  • Señorita Bloom podría describirme en Francés los muebles que tiene su... Sala de estar, por ejemplo.

Gracie empezó a hablar pero Augusto la interrumpía a cada palabra para corregirla, eso era normal pero, es que, hasta la corregía cuando lo decía bien, y cada vez que la corregía sonaban risitas aquí y allá. Al cabo de unos segundos el profesor se pasó de la raya. Tenía los ojos abiertos de para en par y miraba a Gracie con desaprobación y pagó sus problemas con ella.

  • ¡Eres una verdadera inútil! - despotricó en Francés, claro - ¡nunca llegaras a nada!

Levanté la cabeza y vi a Gracie agarrándose el borde de la camisa con tanta fuerza que los nudillos estaban blancos e intentaba contener las lágrimas que asomaban a sus ojos azules cuando vino a sentarse.

  • Bien seguiremos... - el profesor soltó un hondo suspiro, calmándose.

Me erguí en la silla y solté un improperio en Francés, el improperio más sucio que me vino a la cabeza, el profesor paró en seco y buscó a la responsable con la mirada pero cuando llegó a mí paso de largo.

  • ¿Quién ha sido? - gruñó.
  • He sido yo – estampé con violencia mis palmas sobre la masa y empujé la silla poniéndome en pie.

Augusto me miró sin comprender quien era hasta que consultó su lista.

  • Kate Hollie – pronunció mi nombre como si supiera que le iba a dar problemas – es tu primer día aquí y ya le gusta llamar la atención.

  • No me gusta llamar la atención tanto como usted humillar a alumnas indefensas. - todo el mundo me miraba perplejo pues esto lo había dicho en un Francés tan suelto y natural que parecía una nativa. Casi era verdad.

El profesor me miró con estupefacción y luego sacó un pañuelo de seda blanco del bolsillo y se secó el sudor que le perlaba su ancha frente.

  • Es usted Francesa – no era una pregunta.
  • No, no lo soy – repuse, ambos estábamos hablando en el idioma extranjero y la clase nos miraba embobados intentando descifrar algo. - y tú tampoco.

Lo tuteé, no iba a respetar a un cerdo semejante.

  • Por favor, siéntese y deje de dar problemas.
  • ¿Problemas? Estoy dando problemas ¿qué problema tienes tú con ella? - señalé a Gracie con un movimiento de cabeza casi imperceptible.
  • Ninguno pero... - el profesor se pasó la mano por la boca. Sabía perfectamente en el lío que se había metido si me chivaba a la directora y le contaba eso y lo demostraba lo echarían a la calle como agua sucia. Yo nunca he sido una chivata, claro que él no lo sabía.
  • ¿Entonces por qué demonios la humillas? ¿es qué así te sienten bien? - le lanzaba preguntas sin tiempo a que me contestara para hacerle sentir presión – atiéndeme el inútil y el que nunca llegó a nada eres tú.

Augusto me miró con los ojos como platos y apretó la mandíbula.

  • Por cierto – dije esta vez en el idioma habitual – tiene que darme el libro, señor.
  • Claro – contestó aun un poco aturdido – acérquese, por favor.

Me deslicé por entre las mesas hasta llegar al profesor que me hizo firmar un papelito y salió del aula para buscar mis libros.

  • Te has pasado – sonó una voz a mi espalda, no tuve que girarme para saber de quien provenía esa voz aniñada pero adulta y gutural al mismo tiempo, el pesado de turno: señoras y señores con todos ustedes Eidan Heis. - ¿no te parece?
  • No, no me lo parece para nada – volví la cabeza lo justo para ver los destellos dorados de su pelo, luego le di la espalda de nuevo.
  • A mí me parece que sí.
  • Me da lo mismo lo que a ti te parezca, llama a tu mami si quieres para que me castigue por ser mala – lo dije con sorna.

No lo veía pero sabía que estaba mirándome. Sentía que su mirada me taladraba la nuca, allí donde mi pelo todavía no llegaba tenía clavada su mirada penetrante, me sentí incómoda pero no hice nada.

El profesor llegó en ese momento con mi libro, me lo tendió casi sin mirarme y volví a mi sitio satisfecha de haber dejado sin palabras a dos cerdos en una hora.

Me pasé el resto de la hora dormida, literalmente me dormí poco después de que Gracie me susurrara las gracias y me diera un torpe abrazo por mi mala postura, tirada sobre la mesa. Cuando conseguí dar una pequeña cabezadita, casi muriéndome del sueño, sonó el timbre que lo maldecí hasta lo más profundo de mi alma.

Cogí el libro de Francés mientras Gracie se colgaba la maleta al hombro y me miraba con un brillo en los ojos, sonreí sin poder evitarlo. Gracie era un encanto. Me parecía inhumano que hasta los profesores se metieran con ella ¡hasta los profes! ¿te lo puedes creer? Yo tampoco.

Cuando iba a cruzar la puerta alguien me dio un tirón el la capucha de la sudadera, no fue un tirón brusco, no me dolió ni nada de eso, pero si me molestó de tan sutil que fue. Me giré para encontrarme con un par de ojos verdes, casi transparentes. Otra vez... ¿que le pasaba a ese chico?

  • Creo que deberías disculparte – me sugirió.

Gracie, al escuchar su voz se giró bruscamente y al verlo tan cerca se alejó casi sin mirar atrás, el profesor salió del aula y nos dejó solos. Bien, así podría arrancarle los ojos si me ponía histérica. Cosa que hasta ahora se le daba de maravilla.

  • Mira, tío – suspiré – no sabes lo que paso ¿vale? No sabes lo que le dijo y si lo sabías y no hiciste nada eres un verdadero cerdo por permitirlo.
  • No sé lo que dijo, y también sé que parecía un demente cuando le gritó a Gracie pero nadie merece que lo dejen pálido y apático, como tú hiciste.
  • Te aseguro que el sí que lo merecía.

Me giré para marcharme pero su voz me retuvo.

  • ¿Qué le dijo?
  • Lo siento, pero no se lo voy a decir al hijo de la directora – me negué a girarme y apreciar como su ropa negra resaltaba su palidez y sus ojos.
  • ¿Por qué no? En fin, si se lo merece podría intervenir para...
  • No quiero que intervengas, ni que lo echen ni nada, solo quería espantarlo un poquito ¿de acuerdo? - ``señor no sonrío ni de broma´´ pensé para mis adentros. - además, nunca he sido buena en eso de chivarme.

Y antes de que pudiera decir nada más salí del aula dejándolo con la palabra en la boca.