Capítulo 5: Odio.
Gran Bretaña. 1799.
Me encontraba frente al espejo de cuerpo entero de mi habitación mirando mi reflejo con una mueca de disgusto pintada en los labios, en mi reflejo estaba ataviada con un vestido, sí yo, Kate con un vestido ¿qué pretendías en 1799? las mujeres llevaban vestidos y más si vives en un palacio como en el caso de Cenh y yo.
Total, que el vestido era de satén color turquesa con los bordes de las mangas y el cuello de un leve color ámbar, era ceñido hasta llegar a mi diminuta cintura que caía en ondulaciones hasta rozar el suelo, claro que los tacones de tiras doradas que llevaba se lo impedía por tres centímetros. Suspiré, mi pelo en aquella época lo tenía intermedio, mi melena negra como el ébano caía sobre mis hombros como una aureola y mis enormes ojos castaños estaban fijos en el anillo que me pesaba como tres kilos en el dedo anular de mi mano derecha.
De pronto unos nudillos tocando a la puerta me devolvieron a la realidad, Cenh apareció por la puerta, respondí a su mirada interrogante con un gruñido y aparté la vista.
- Sigues torturándote –
suspiró – por dios, Elisabeth solo serán unos cuantos días, no
dramatices.
- Para ti es fácil decirlo, no
te vas a casar dentro de dos semanas.
- Ya sabes que serán cuatro
días.
- En cuatro días se pueden
hacer muchas cosas, Stefan.
Ninguno de estos dos nombres son los reales, es decir el nombre Elisabeth no me pega para nada y a Cenh tampoco le pegaba Stefan, pero bueno. En ese año, en ese momento fue cuando conocí a Nina... una época dura para ella y para nosotros ya que una nueva integrante forma a ser parte de nuestras vidas.
- Por cierto, te he conseguido
una nueva criada, la he comprado en el mercado, procura que no salga
herida – me advirtió.
- Ya te dije que yo no la
empujé.
Mi anterior criada, Isobel se había caído por las escaleras y corre el rumor entre las demás de que yo la había empujado ¡por dios en ese tiempo solo tenía veinte años! Pero yo sabía que había sido Margaret, la cocinera, quien esparció ese rumor. No odiábamos mutuamente. No me suele caer bien la gente.
- Ya claro – me dijo sonriendo
con ironía – la he mandado a por toallas, vendrá en seguida.
Asentí mientras lo miraba con languidez.
- Oh, te espero abajo Doña
pesimista – se despidió con un guiño de ojo que odié toda la
semana.
No respondí, de todas formas ya no me hubiera oído. Resoplé y cerré los ojos con mucha fuerza intentando cambiar de realidad, recuerdo que en ese momento deseé tener un siglo para escapar ya de esa situación y de esa época en concreto.
En ese momento unos golpes flojos en la puerta me sacaron de mi ensoñación y me giré a tiempo para ver a mi nueva criada: Llevaba el pelo recogido en un moño hecho a toda prisa y sin ningún cuidado con mechones de su pelo rubio cayéndole a ambos lado de sus facciones aniñadas, su pelo seguía siendo el mismo pero no brillaba con tonos plateados como ahora si no que lo tenía sucio. Vestía un traje beis como el de las criadas, manchado de aceite y barro aquí y allá. Iba a retirar la mirada pero entonces clavó en mi sus ojos color cielo y lo primero que pensé fue ``es una cría´´ y lo era tanto en aspecto mortal como en inmortal, solo contaba con 88 años, yo tenía sesenta y ocho menos pero eso no se podía contar como años contables, es decir, solo tenía veinte por el amor de dios es como si tuviera meses en la inmortalidad.
- Hola, - saludé con un gesto
de la mano - ¿qué tal?
Eso era lo malo de las criadas si tu no abrías la boca ellas mantenían un silencio sepulcral que daba miedo, pasaban a ser silenciosos fantasmas a tu alrededor.
- Muy bien, señorita –
respondió con voz suave y trémula.
Seguía caminando de aquí para allá sin apenas levantar la vista.
- ¿Cuál es tu nombre?
- Me llamo Annabelle, encantada,
señorita.
- Bonito nombre, soy Elisabeth.
Como imaginarás no era su verdadero nombre, como la mayoría de los que decimos.
Me volví hacia el espejo para contemplar de nuevo mi imagen triste reflejada en el cristal. Y no pude evitar crispar los labios. Annabelle me miraba con una mezcla de odio e ira. Sí, Annabelle, es decir, Nina me odiaba cuando nos conocimos y no es para menos, dentro de dos semanas iba a casarme con el único humano del que se ha enamorado.
Abrí los ojos, con miedo a que el recuerdo no fuera un recuerdo y se hubiera convertido en realidad. Suspiré con verdadero alivio cuando me encontré recostada sobre los almohadones de mi cama tapada hasta las orejas con las mantas y el edredón calentitos como estaba antes de soñar, o más bien; recordar esa parte de mi pasado.
Respiré hondo y golpeé uno de los cojines con furia ¡no quería recordar nada de mi pasado! Apreté la mandíbula y me restregué los ojos legañosos. Suspiré y contemplé en techo blanco pintado por la oscuridad que reinaba en mi habitación interrumpido por los débiles rayos de luna que lograban colarse a través de la cortina blanca semi trasparente que la tapaba. Mi habitación nunca me había parecido tan acogedora como aquella vez hacía tres semanas que no soñaba y ahora volvía a hacerlo. Seguro que fue cuando volvimos de dejar a Gracie en su casa Jake y Ash veían una película o más bien un documental de hechos históricos, sí ya lo sé, yo tampoco se por qué lo hacen si ellos vivieron todo eso pero bueno caprichos de los señores y casualmente hablaban de la guerra de la independencia y todo ese rollo y por hay nombraron a Gran Bretaña, que la verdad no sé que tenía que ver Gran Bretaña con Madrid pero bueno, el caso es que la nombraron y me vino una imagen de mi estancia allí, cuando conocí a Nina sería por eso el recuerdo de esa noche. Estaba casi convencida de ello.
Me levanté de un saltó torpe de la cama y aterricé con mi trasero sobre el suelo, lo siento no suelo ser muy ágil a las tantas de la madrugada recién despierta y un poco neurótica por el recuerdo. Cosa leve. Me acerqué a mi tocador y busqué a tientas el Ipod que había dejado allí la noche anterior decidida a no llevármelo a Fall Hall por si las moscas. El Ipod era mi tesoro, como Golum con el anillo, pues igual. Al fin rocé su lisa superficie de metal y lo agarré casi con urgencia.
Me atisbé un poco en el espejo redondo que venía incluido en el tocador, por dios con este pijama parecía diez veces más pequeña de lo que ya era. Mi famoso pijama consistía en una camiseta enorme holgada y de un color verde horrible y mis pantalones cuatro tallas más grandes negros caían y rozaban el suelo, mi pelo apuntaba en todas direcciones, después de dormir mi pelo se rebelaba. Solía rebelarse estando largo o corto, eso para él no era inconveniente.
Me encasqueté los cascos y me tumbé de nuevo en la cama pasándome el edredón por encima de la cabeza y quedándome bajo las cálidas mantas iluminadas por la pantalla de mi Ipod. Puse la primera canción y subí el volumen a tope, los gritos y los instrumentos me llenaron la cabeza impidiendo pensar con coherencia, sonreí, el Ipod era el mejor invento de todos los siglos. Me acomodé bajo las mantas y bostecé mientras el grupo seguía aporreandome los tímpanos. Recordé que me solía gustar el vals y la música clásica también soportaba el jazz pero esa música hacía que mis recuerdos volasen siglos atrás y eso era justo lo que quería impedir. Eso es lo que llevo impidiendo desde hace casi cuarenta años, cuando no existían los Ipod solía dormir para no pensar, claro que antes de dormir me tomaba un infusión que me dejaba frita para no soñar ni recordar nada, luego se inventó esto y dejé de preocuparme por hacer de alquimista cada noche. De pronto una imagen de Eidan cruzó fugazmente mi mente. Oh, Eidan, el tío más bueno del pueblo, el tío más inalcanzable del instituto excepto para esa golfa de Jane, me caía mal, sobretodo desde esa noche. Me pregunté si después del parque de atracciones habrán ido cada uno a su casa o si Jane lo había invitado a la suya para tomarse un café o una copa y luego llevárselo al dormitorio. Pero será asquerosa.
Puse otra canción aun más ruidosa y me retumbaron los oídos, aliviada de no poder pensar cerré los ojos y el sueño me arrastró consigo.
Al cabo de minutos, o segundos, o quizá horas, sentí que unas manos cálidas me quitaban los cascos de los oídos, abrí los ojos y los volvía cerrar casi de inmediato por exceso de luz dañina. Todo en exceso es malo. Cuando mis ojos por fin se adaptaron a la luz descubrí a Nina de pie frente a mi cama, con mis cascos en una mano y el Ipod en la otra.
- Como sigas así te quedarás
sorda – me advirtió – vístete, vamos a llegar tarde al
instituto.
- ¿Instituto? - mascullé con
voz pastosa – no quiero ir.
- Todos esperan abajo, vamos
desayunaras por el camino.
¿Por qué ignoras mis súplicas? Me hubiera gustado contestarle pero no tenía fuerzas, lo único que hice fue mirarla mal y señalar hacia la puerta para que se largara.
- Ahora bajo.
Ella me sonrió y desapareció por el arco de la puerta mientras su pelo flotaba tras de sí como unas alas resplandecientes, la verdad es que Nina tenía toda la pinta de ser un ángel. Yo más bien representaba al demonio. Sobretodo con los pelos como los tenía y la cara de mal genio que tenía por las mañanas. Prácticamente me arrastré sin ganas hasta el armario y cogí lo primero que pillé que resultó ser: un pantalón corto medias de rejillas y sudadera gris oscuro, me lo puse todo con lentitud y sueño, mucho sueño.
Me colgué los cascos al cuello y guardé el Ipod en el bolsillo de mi pantalón, me peiné como pude mi pelo trasquilado e irregular hasta que quedó sin nudos, frente al espejo me puse la capucha, entré al lavabo me lavé los dientes y me entretuve un poco al lavarme la cara. Al final bajé con mi habitual mal genio, Jake y Ash hablaban apoyados contra la pared y Nina y Cenh me esperaban sentados en el sofá, me aproximé a abrir la nevera y coger una botellita de batido de vainilla. Ese era mi saludable desayuno. Vida sana mente sana. Razón tenía una mente perturbada, desayunando eso quién no.
- Por fin, bella durmiente –
me saludó Ash sonriéndome.
Jake se limitó a dedicarme una de sus mejores sonrisas de actor de cine y abrió la puerta, nos esparcimos como siempre: Nina y Cenh hablando por un lado, Jake y Ash por otro y yo y mi Ipod por otro pasando deliberadamente de los otros dos grupos anteriores.
Caminábamos por las calles, hasta llegar al instituto, todos reían, hablaban, e incluso se hacían muecas, yo como siempre a mi rollo, de pronto Cenh se giró y me dijo algo que no entendí por el volumen de la música, me quité los cascos.
- Te decía que hoy voy a
conocer a Paul, Nina vendrá conmigo.
- Ah, guay, a ver si te gusta
Nina – sonreí – parece ser tu tipo.
Me enseñó la lengua con picardía y volvió a girarse me disponía a enfundarme de nuevo los cascos mientras mis hermanos se adelantaban un poco pero no llegué a colocármelos correctamente porque unos dedos se enredaron en mi corto pelo y dieron un fuerte tirón, eso me dejó tan desconcertada que los cascos se me resbalaron de mis manos y cayeron al suelo con un golpe sordo, los miré sin comprender como si no supiera porque se me habían caído. ``Juro que hoy mato a alguien´´ gritó la voz enfurecida de mi mente. La ira empezó a recorrer mi cuerpo y sentí otro fuerte tirón, esta vez casi me hace caer, un grupo de curiosos ya miraban la escena.
Supe enseguida quien era la causante: Courtney. Ella era la que había venido buscando pelea no yo, tenía todo el derecho a destrozarla.
- ¡No vuelvas a tocar a mi
novio! - chilló, en mi oído. Yo estaba inmunizada a los gritos en
mi oreja... para eso servía la música a todo volumen.
Suspiré, así que todo este rollo era por el grandullón, vaya por dios. Entonces resultaba mucho menos interesante. Sentí como me clavaba las uñas en el cuero cabelludo y reprimí una queja de dolor. Apreté la mandíbula me estaba ya hartando un poco de sus cosas de niña pija y repipi.
Entonces vi la cara de Courtney cerca de mi hombro, no lo vi más claro, alcé mi codo y la alcanzó en la mejilla no le di tan fuerte como me hubiera gustado pero si lo suficiente para que me soltara el pelo y trastabillara con sus propios pies un tanto aturdida. Me miró fijamente con más odio que otra cosa yo me dispuse a echarle una de esas miradas desafiantes que tan bien me salían cuando sin querer se me escapó un bostezo, eso hizo que la gente a nuestro al rededor estallara en carcajadas, en ese momento Nina y Cenh se abrieron paso entre la gente con Gracie de la mano de Nina, los saludé y di dos pasos hasta ellos pero al parecer Courtney tenía otra idea y se abalanzó de nuevo sobre mí, esta vez sus uñas postizas me laceraron la mejilla.
Cenh se acercó con cara de pocos amigos pero fue Nina quien se interpuso entre la pija y yo, abrí los ojos como platos y recé por el bien de Courtney que no hubiera echo enfadar a Nina porque te aseguro que su seguridad tanto física como mental peligraban cerca de una Nina con trecientos años de paciencia enfadada.
- Apartate si no quieres recibir
tu también – le soltó borde.
- Será mejor que te vayas,
Courtney si no quieres tener problemas – la voz suave y angelical
de Nina había adoptado un tono frío e indiferente complementándose
con el silencio que se había formado.
De pronto escuché a chicas susurrando a mi espalda estaban decidiendo si ir a buscar a Eidan o no, pero al parecer una de ellas desveló que aún no había llegado y luego se miraron sin saber que hacer. ¿Qué cómo lo sé si estaban a mi espalda? porque me lo imagino.
Nina protegía mi cuerpo con el suyo, vale que el suyo era más esbelto, más alto y más...perfecto, joder tengo que dejar de comparar mi cuerpo y el de Nina, sin duda esa era una tarea que dejaba a tu autoestima echa un desastre.
- Aparte de mi hermana –
remató Nina con voz amenazante.
- Pues dile a ella que se aparte
de mi novio.
- Tu novio es una auténtica
porquería y un niñato inmaduro, él se buscó que mi hermana le
pateara el trasero y si no quieres problemas te largarás ahora.
Courtney me miró mal y yo sin poder resistirme le hice el corte de manga con una mano mientras que con la otra tiraba del cable para recoger mis cascos que seguían en el piso, ella se dio la vuelta.
- Asqueroso bicho raro. - dijo
ella.
- Zorra – grité yo.
Entonces sentí una mano en el hombro, me giré y descubrí a una mujer de unos treinta y tantos con una piel magnifica y casi sin arrugas, su pelo castaño le caía en ondulaciones sobre su espalda y sus ojos azules me resultaban familiares, inquietantemente familiares. No tenía la más mínima idea de quien era esa tía y porque su aspecto de prepotente me ponía histérica.
Todos los presentes ahogaron un grito y de pronto supe de quien se trataba: Alexandra Eis, la directora, la culpable de que Eidan ronde por el mundo... y por mi mente.
- ¿Qué ha dicho señorita
Hollie? - me preguntó con voz autoritaria, al menos ya sabía de
quien sacaba Eidan su actitud. - ¿Usted cree que esa es forma de
referirse a una compañera?
- ¿Ah, si? Pues esa
``compañera´´ se me a echado encima para pegarme.
- Eso es cierto señora Eis –
aseguró Nina.
- Yo solo te escuchado tu
vocabulario impropio de un centro educativo, por lo tanto acompáñeme
a mi despacho.
- ¡Pero si ella no ha tenido la
culpa! - saltó Cenh a medio camino de mi.
- ¿Quiere acompañarme usted
también señor Hollie? porque sería una verdadera pena un alumno
modelo como usted.
Cenh me miró esperando mi opinión, si yo asentía con la cabeza el vendría conmigo al despacho si yo negaba se quedaría quietecito como el alumno modelo que era, negué con la cabeza de un modo casi imperceptible y el se quedó quieto. Nina remoloneó un poco más pero cedió y la directora comenzó a andar haciendo que los alumnos se apartaran y nos dejaran paso.
La seguí en silencio hacia su despacho, su despacho tenía el inmobiliario habitual de un... despacho, mesa, sillas, marcos de fotos en la mesa papeleo por todas partes, todo recubierto con la capa de aburrimiento correspondiente, por supuesto. Miré las dos sillas de felpa verde botella con recelo, tenían pinta de querer destrozarte la espalda desde que la apoyaras en su respaldo acolchado.
Alexandra me invitó a sentarme con un gesto de la mano mientras ella se sentaba con aire profesional en su silla enorme, de cuero negro y a todas luces cómoda. Normal que a los directores no se les viera casi nunca el pelo si tenían una silla como esta, pero al parecer Alexandra había escogido el momento en que yo desvelaba mi mal genio para salir. Menuda suerte la mía.
Que quede claro que lo normal es que no hubiera aceptado su invitación y me habría quedado de pie para representar mi rebeldía pero estaba cansada y sin fuerzas. No me juzguéis eran las nueve de la mañana no hay ganas de quedarse de pie en ningún sitio y menos en un despacho con una tipa imponente que seguramente tendría mucho más mal genio que yo, y aunque soy partidaria de enfadar a la gente a aquella mujer era mejor dejarla quietecita. Bueno, en resumen: me desplomé en la silla y le aguanté la mirada con languidez.
- Señorita Hollie, sé que
Courtney es difícil de llevar pero no puedo consentir ese
vocabulario en mi centro.
Por dios, ni que hubiera dicho nada fuera de lo normal, zorra también se refería al animal poderoso y valiente del bosque... ¿no cuela no? Pues vaya.
- Ni mucho menos espectáculos
en el comedor – remató.
Tardé un segundo en comprender que Eidan le había contado la primera pelea de Courtney y mía. Será chivato.
Normalmente hubiera saltado defendiéndome con la historia de Gracie pero no estaba segura de que a Gracie le hubiera gustado, además en esas situaciones es mejor cerrar la boca y esperar a que pase la tormenta para después seguir haciendo lo que te dé la gana. Ese era más o menos mi lema, aguanta e ignora todo a tu alrededor.
Alexandra siguió hablando y los parpados me pesaban más y más cada segundo que pasaba, no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, su voz me sonaba lejana e incoherente y mi mente estaba por desconectar de la realidad y pasar un rato agradable haciendo un tour por el país de los sueños y recuerdos dolorosos pero justo cuando pensé que me iba a meter en un lío por haberme quedado dormida en el despacho de la directora la puerta se abrió a mi espalda e hizo que pegara un respingo y me despertara de repente. Los ojos se me abrieron como platos por la súbita interrupción pero me contuve para girar la cabeza y fulminar con la mirada a quien quiera que me hubiera salvado. Yo y mis miradas asesinas, ellas me adoraban y yo las adoraba a ellas, la mitad de mi vida no habría tenido sentido sin ellas.
- Siento haber llegado tar... -
se interrumpió - ¿Kate?
De pronto sentí que el corazón me daba un incomodo vuelco cuando escuché la voz que se me había hecho tan familiar y tan horrible a la vez. Cerré los ojos rezando para que mi cuerpo no se adelantara a mi cordura pero la sangre me había empezado a hervir las venas y mi mente luchaba con el ansia de mi cuerpo de llevármelo al baño.
- ¿Qué ocurre? - preguntó
menos convencido. Escuché como se acercaba y pasaba por mi lado
hasta quedar al otro lado de la mesa junto a su madre, le dio unos
cuantos papeles sin dejar de mirarme.
- Courtney y Kate han vuelto a
montar otro espectáculo a la entrada al parecer van a empezar a
cobrar por su show diario – dijo con voz malhumorada mientras les
echaba un vistazo a los papeles que le acababa de dar su hijo.
Eidan resopló y su expresión rozó por un momento el alivio antes de mirarme con encarnación de cejas incluido, eso vendría decir ``venga ya ¿otra vez?´´ aparté la mirada de sus ojos que, gracias a la luz que entraba por el ventanal era azules, y clavé la vista en la alfombra granate que ocultaba el suelo de la habitación. Todo se sumió en un abrupto silencio interrumpido de cuando en cuando por el pasar de las hojas que Alexandra tenía en la mano.
Al cabo de unos segundos pareció darse cuenta que su problema aun estaba sentada en una de sus sillas.
- Bueno, ¿que castigo crees que
mereces? - dijo casi sin levantar la mirada para mirarme, así de
importante era para ella, una adolescente que no sabe comportarse
con educación. si supiera en realidad....
No contesté más bien la miré mal y luchaba por no mirar a Eidan pero la tarea era casi insoportable porque sentía su mirada en cada una de las células de mi cuerpo, respiré hondo, ya se que eso no sirve para nada pero como la gente suele hacerlo a menudo pues habrá que imitarlos.
- No creo que merezca ningún
castigo, en realidad. - rematé con un tono ligeramente rebelde. - o
si me va a castigar Courtney debería acompañarme.
Alexandra me miró como si fuera una niña pequeña que se ha saltado una de las normas de la escuela y ladeó un poco la cabeza, eso me hizo mirarla verdaderamente mal, no me gustaba que me trataran como a una niña, sobretodo porque tenía docientos y pico años y era más inteligente que la mayoría de los que había allí dentro.
- Bien, estarás sin recreo dos
semanas. - sentenció la directora devolviendo la mirada a los
papeles que acababa de dejar sobre la mesa.
- ¿Qué? ¿dos semanas? Ni en
broma. - negué con la cabeza.
- Oh, lo harás si no quieres
que llame a tus padres.
Me quedé de piedra... ¿padres? ¿qué? Esa palabra me trajo un millar de recuerdos a mi mente.
Mis padres... hace tanto que no los veía, unos cuantos cientos de años, sonreí aunque en realidad el aire se me había atascado en la garganta y mi corazón no latía correctamente, en ocasiones como esa me hubiera gustado que mi corazón parara de latir incesantemente y todo acabaría, me largaría de aquí y no tendría que aguantar esto pero es curioso no se por qué no logro concebir al mundo sin mi habitándolo, le faltaría la parte sarcástica y desastrosa de la vida.
Eidan suspiró y me obligó a volver a la realidad, puse los ojos en blanco, siempre se las arreglaba para sacarme de quicio. En realidad se lo agradecía... muy en el fondo pero al fin y al cabo se lo agradecía, me gusta andar por hay con el mal genio encima.
- Lo haré – dije a
regañadientes. - lo haré.
- No esperaba otra cosa de ti
señorita Hollie.
- Llámeme Kate – lo dije
arrancando mi maleta del suelo como si fuera la cabeza de Alexandra
la que quisiera patear, apreté los dientes y sin mirar a Eidan (una
tarea sorprendente dado mi obsesión) me di la vuelta y abrí la
puerta – o simplemente no se moleste en llamarme – rematé la
frase con un portazo.
Odiaba a Alexandra Eis, odiaba a su hijo y odiaría a los hijos de Eidan y ¡también a los nietos! Caminé por el pasillo desierto, la gente estaría ya en clase claro está. Si mi mente no me engañaba ahora mismo me tocaba Física y química con ese tipo guapo pero aburrido como él solo.
Resoplé y me miré las All Star que se pateaban furiosamente el suelo, mi mandíbula no podía estar mas apretada y mi mal genio rezumaba de cada uno de mis poros.
Bueno pues si Alexandra dice que hay que estar dos semanas castigada pues vale así habrá menos tiempo para obsesionarme por su estúpido hijo.